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Trasplante renal con donante vivo y manejo bioético actual

Trasplante renal con donante vivo y manejo bioético actual

Autor principal: Dr. Enrique Martínez González

Vol. XVII; nº 20; 831

Kidney transplant with living donor and current bioethical management

Fecha de recepción: 25/05/2022

Fecha de aceptación: 14/10/2022

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XVII. Número 20 Segunda quincena de Octubre de 2022 – Página inicial: Vol. XVII; nº 20; 831

Autores:

Dr. Enrique Martínez González1

Dr. Richard Vázquez León2

Dra. Silvia Juana González Arias3

Dra. Yakelín Luna Carvajal4

1 Especialista en Reumatología. Servicio de Reumatología del Hospital Arnaldo Milián Castro, Santa Clara, Villa Clara, Cuba. Profesor Asistente, Instituto Superior de Ciencias Médicas de Villa Clara. Máster en Bioética. ORCID: http//orcid.org/0000-0003-1418-7913

2 Especialista en Angiología y Cirugía Vascular. Servicio de Angiología del Hospital Arnaldo Milián Castro, Santa Clara, Villa Clara, Cuba. Máster en Bioética.

3 Especialista en Psiquiatría. Policlínico Santa Clara, Villa Clara, Cuba. Profesor Consultante, Instituto Superior de Ciencias Médicas de Villa Clara. Máster en Psicología Médica. ORCID: http//orcid.org/0000-0002-3836-1974

4 Especialista en Medicina Familiar. Sectorial provincial de Salud, Villa Clara, Cuba. Profesor Asistente, Instituto Superior de Ciencias Médicas de Villa Clara. Máster en Psicología Médica. ORCID: http//orcid.org/0000-0002-2960-3521

RESUMEN

El trasplante renal ha sido una conquista médica mayúscula del pasado siglo y constituye sin lugar a dudas el mejor tratamiento para la patología renal crónica terminal.

La donación renal intervivo es un acto de gran altruismo y humanidad, pero que a su vez tiene grandes cuestiones bioéticas intrínsecas.

En este trabajo se revisan los dilemas y cuestiones bioéticas que giran en torno a la autonomía del donante y su libertad real para tomar la decisión, la voluntad despojada de interés en las que se debe basar, además de las posibles coacciones que puede sufrir; la relación clínica atípica entre el donante y el personal médico, incluyendo los principios morales y éticos que permiten la justificación de la excepción en el apego a los principios de beneficencia y no maleficencia en la extracción del órgano por lo que puede considerarse una buena práctica y se analiza la cuestión relacionada con la justicia y la donación renal por interés. Finalmente se analiza la postura de la bioética con respecto al posible carácter comercial de la donación y el tráfico de órganos.

Palabras clave: trasplante renal, donante vivo, bioética, autonomía, tráfico de órganos.

ABSTRACT

Kidney transplantation has been a major medical achievement of the past century and is the best treatment for End-Stage Renal Disease.

Kidney donation between living people is an act of great altruism and humanity, but which is turn has important intrinsic bioethical issues.

This work reviews the bioethical dilemmas and issues that revolve around the autonomy of the donor and his real freedom to make the decision, the will deprived of interest on which it should be based, in addition to the possible constraints that may suffer. Also the atypical clinical relationship between the donor and the medical staff, including the moral and ethical principles that allow the justification of the exception in adherence to the principles of beneficence and non-maleficence in the organ extraction, so it can be considered a good practice. The issue of justice in the kidney donation process and donation out of interest are studied. Finally, the bioethics position regarding the possible commercial nature of donation and trafficking is analyzed.

Keywords: kidney transplantation, living donor, bioethics, autonomy, organ trafficking.

Los autores de este manuscrito declaran que:

Todos han participado en su elaboración y no existen conflictos de intereses.

La presente investigación se ha realizado siguiendo las pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud de seres humanos elaboradas por el Consejo Internacional de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El manuscrito es original y no contiene plagio.

El manuscrito no ha sido publicado en ningún otro medio y no se encuentra en proceso de revisión en otra revista.

INTRODUCCION

La terapia de trasplante renal es considerada el mejor tratamiento para la Enfermedad Renal en estadios avanzados, tanto en pacientes adultos como pediátricos, incluyéndose también aquellos que ya han perdido un injerto. Actualmente es la medida terapéutica que se emplea con mayor frecuencia después de los métodos dialíticos y en especial la hemodiálisis1.

Autores cubanos plantean que es indudable que el trasplante de órganos y en especial el renal, ha sido una contribución terapéutica de suma importancia para la medicina2.

La tasa global de trasplantes renales ha tenido un aumento paulatino durante las últimas dos décadas, pero este incremento no es uniforme a nivel mundial. La OMS da el estimado de que se realizan aproximadamente 90 000 procedimientos de trasplante renal al año, de los cuales unos 35 000 provienen de donantes vivos3.

La donación renal intervivo puede ser directa, en cadena y cruzada. Otra variante es la donación no dirigida, anónima (llamada del “buen samaritano”), encargándose el equipo multidisciplinario de trasplantes de seleccionar el receptor más compatible, utilizando los canales previamente establecidos4.

Es realmente incuestionable que las donaciones renales intervivo son un acto de humanismo extremo y que representan un elevado nivel de altruismo y solidaridad.  Sin embargo, este acto tan generoso no está exento de posibles dilemas éticos profundos que requieren una solución con un enfoque humanístico, para de esta manera siempre anteponer el respeto por la condición y dignidad humana tanto del donante como del receptor y por consiguiente a todos los derechos que le son inherentes.

Por tal motivo se decidió realizar un estudio donde se declara como problema científico el siguiente:

¿Cuáles son los principales dilemas éticos y su manejo actual en relación al trasplante renal con donante vivo?.

METODOLOGIA

El método empleado fue una revisión bibliográfica, empleando palabras clave introducidas en las bases de datos de SciELO y en menor medida en MEDLINE, a través de su herramienta de búsqueda PubMed. Se rechazaron los artículos en los que, por algún motivo, solamente se pudo acceder a los resúmenes.

Para la elaboración de la bibliografía se siguieron las Normas de Vancouver.

DESARROLLO

De forma didáctica los principales dilemas y cuestionamientos éticos en torno a la donación intervivo pueden ser agrupados en 5 grupos:

  • Relacionados con la decisión de donar.
  • Relación médico – donante vivo.
  • Función del Comité de Ética Asistencial.
  • Justicia y compensación material.
  • Comercio y tráfico de órganos.

Decisión de donar.

Se ha definido que quien analice la donación de vivo desde la consideración de que la libertad individual es el principio hegemónico que regula las relaciones interpersonales, se planteará las cuestiones del consentimiento del donante y de la competencia del cirujano. Esto se materializa si el donante dispone de la información sobre el tipo de intervención, sus riesgos, sus consecuencias y los asume, si está capacitado para decidir, lo hace de manera voluntaria y libre de coacciones, en definitiva, si se cumple con el procedimiento del consentimiento, se respeta la persona del donante, o, dicho de otra manera, se actúa de acuerdo con el principio de autonomía tal y como se define en el Informe Belmont5.

Es conocido que la primera condición siempre debe ser que el candidato tome libremente la decisión, lo que se traduce en que asuma los riesgos que se derivan del proceso de forma totalmente voluntaria, es decir, que la voluntad de donar sea la manifestación de la total autonomía de una persona con una capacidad real para tomar decisiones 5.

Consideramos que un aspecto importante que atenta directamente contra la libertad y autonomía del donante son los diversos grados de coacción a la que pudiera estar sometido.

La voluntad de un individuo de donar un órgano puede ser constreñida por algún tipo de coacción. Una persona secuestrada, que ha sido privada de libertad y que no está en condiciones de impedir ser mutilada, es el ejemplo más extremo de un donante cuya voluntad ha sido anulada6.

 Algo parecido pudiera ocurrir, aunque no tan evidente, con la persona que se encuentra encarcelada por un delito. Resulta obvio pensar que aprovechar dicha situación de limitación de la libertad para lograr una donación a cambio de privilegios o beneficios traducidos en reducción de condenas u otros privilegios, significa vulnerar el respeto a estas personas y a sus más elementales derechos, lo que conlleva a la necesidad de protección que requieren las personas con una autonomía limitada, como es el caso de los que están encarcelados6.  

Sin embargo, las formas de coacción suelen ser más sutiles y la más común son las presiones psicológicas que pueden ejercer las familias para lograr que un miembro done a otro. Siendo el caso de una donación de padres a hijos menores de edad, se considera de escasa relevancia, en especial si únicamente uno de los padres es biológicamente compatible. Lógicamente, existe una sutil pero a la vez clara diferencia entre una presión psicológica, que no es más que una forma de coacción y la argumentación razonada, basada en argumentos reales, para aconsejar a un ser querido que tiene que tomar una decisión compleja en beneficio de otra persona querida. Todo lo que no se enmarque dentro de argumentos razonables que no vulneren la voluntad, puede considerarse una sutil coacción6.

Si bien la persuasión basada en la ética y en la información puede ser considerada válida, todo lo que se sitúe más allá de ella, no puede de ninguna forma influir en la decisión. El acto de la donación, como cualquier acto de verdadero humanismo, es en su esencia un acto libre y en señal de respeto a este fundamental derecho, la sociedad debe aceptar la decisión, ya sea aceptando o declinando realizar la donación7, 8.

La donación renal para trasplante es lícita, ya que contribuye a preservar el bien humano más preciado, dígase la vida física. Visto de esa manera, podríamos pensar que existe en principio la obligación de ser un donante, pero esta idea no nos parece aceptable para la visión moral general.

En una Ética de Principios, la donación de órganos y en particular la del donante vivo, es considerada un acto supererogatorio, lo que no obliga en toda circunstancia. Por todo esto, no es comparable, desde el punto de vista moral, la prohibición de atentar contra la vida de otro ser humano, con la obligación de donar órganos para trasplante8.   

Son comunes los sentimientos contradictorios, ambivalentes, en el donante. Se trata de una persona que, a pesar de hacerlo de forma totalmente voluntaria, se enfrenta directamente al temor al acto de la extracción de un órgano y las posibles consecuencias para su persona, frente a la intención y necesidad de ayudar a otra persona. Para la solución de este conflicto se requiere brindar al candidato la orientación, apoyo e información adecuados, lo que en muchas ocasiones permite vencer esta situación y que la persona acepte convertirse en donante9.

Los centros donde se realizan trasplantes renales necesitan comprender lo complejo del proceso de donación en vida y deben ofrecer a los donadores un espacio de discreción absoluta y confidencialidad, en donde se les haga notar, abierta e incondicionalmente, sobre la posibilidad de negarse a donar y que el resto de su familia y el potencial receptor no tengan acceso a las razones por cuales el Comité de Trasplante finalmente no acepta esta donación9.

Una visión diferente requieren los niños como posibles donantes vivos. En la gran mayoría de las legislaciones existe la prohibición de convertirse en donantes para los menores y también aquellos mentalmente incapaces. Que tomen parte en este proceso se puede considerar una consecuencia del abismo entre la oferta y la demanda de órganos, que crece constantemente a pesar del aumento de los donantes10.

En situaciones excepcionales y bajo grandes debates, los niños han fungido como donantes vivos de órganos. Es el consentimiento la gran dificultad ética que se plantea en esta situación ya que este es nulo para menores de corta edad y difuso de establecer en situaciones intermedias antes de puedan ser considerados como menores maduros. La instrumentalización de estos se hace evidente, pues son involucrados dentro de un proceso del que no están en condiciones de participar más allá de una forma involuntaria10.

Otro punto álgido desde la perspectiva médica y bioética es de qué forma puede afectar la donación renal a los donantes vivos. El trasplante intervivos, aunque puede tener claras ventajas para el receptor, también amplía la posibilidad de riesgos que deben de tenerse en consideración con respecto al donante; los que, obviamente, no se presentan en un donante cadáver.

Se debe tener en cuenta que, para tratarse de un procedimiento que se realiza desde hace más de 50 años, los estudios realizados sobre los efectos en el donante no han sido en su mayoría prospectivos y son realmente escasos. Por otro lado, a menudo dichos estudios no están realizados por sujetos independientes al trasplante, por lo que su grado de fiabilidad se ve comprometido. Esto afecta principalmente la documentación sobre los efectos a medio y largo plazo11.

La comunidad trasplantadora internacional ya ha reconocido que los trasplantes provenientes de donantes vivo se deben realizar de forma que se minimicen las posibles consecuencias físicas, psicológicas y sociales en cada caso, para de esta forma mantener el nivel de confianza de la sociedad en el sistema sanitario. Debemos recordar que existen beneficios en este tipo de trasplante tanto para el receptor como para las instituciones implicadas: la expectativa y la calidad de vida se incrementan y el costo económico es menor. Resulta entonces justificado profundizar el análisis en los posibles efectos sobre el donante, ya que se dan por supuestos esos mayores beneficios para el receptor11.

En el caso del receptor, podría plantearse quizás la carga moral que implica el hecho de que la mejora de su salud, supervivencia y calidad de vida, se deba a que una persona viva y gozando de buena salud se sometió a la extracción de un órgano y a todas las consecuencias que derivaron de esta acción. Sin embargo, dicha carga moral es también el resultado de los efectos que la donación tiene sobre el donante, por lo que consideramos que no requiere de un análisis distinto: cuánto más graves sean los efectos sobre el donante, mayor ha de suponerse la carga moral para el receptor11.

Los riesgos y efectos de la donación renal sobre el donante vivo pueden ser de diversa naturaleza. Estos de forma práctica pueden agruparse en: físicos, psíquicos, laborales y patrimoniales11.

Relación médico-donante vivo.

Entendemos que la relación clínica es el vínculo establecido entre un profesional de la salud y la persona que solicita sus servicios. Se trata de una concepción más amplia que incluye a la tradicional relación médico-paciente. Esta relación ha tenido siempre el mismo fundamento, que persiste invariable a lo largo del tiempo: el estado de necesidad de la persona que se siente enferma y que pide la ayuda de alguien que, por su competencia, está habilitado socialmente para ayudarla. Estado de necesidad y solicitud de ayuda, por un lado y competencia acreditada y asunción voluntaria de la responsabilidad de asistir a la persona que lo pide, por el otro, representan el fundamento invariable sobre el que se asienta la relación clínica12.

Uno de los momentos más controversiales ha sido aquel en que el cirujano realiza la extracción del riñón que será donado.

El trasplante renal intervivo constituye un acto clínico que pone a prueba los principios tradicionales que inspiran la práctica médica. Cualquier tipo de intervención, sea un consejo o una cirugía, tienen la misma base que ha persistido invariable a lo largo de los siglos. Esta base es el estado de necesidad de una persona con la salud dañada. El acto de la donación propicia una relación clínica que es atípica ya que el motivo de la donación no es por una necesidad médica personal o un problema de salud. Más bien al contrario, pues una condición para la donación es precisamente disfrutar de una buena salud. El donante no saca ningún beneficio en términos de salud, sino al contrario, su cuerpo sufre una pérdida, una mutilación y con el añadido de la posibilidad de las complicaciones propias de cualquier intervención quirúrgica13.

Por lo antes señalado, se desprende que deben existir verdaderas razones que aporten los argumentos necesarios que permitan al médico vulnerar dos principios clásicos (no maleficencia y el de beneficencia) que se comenzaron a esbozar desde los inicios mismos de la medicina en el contexto de las relaciones clínicas típicas donde solo existen el médico y el paciente.

Se considera que el acto es moralmente válido si se cumplen estas condiciones: 1) que el donante reciba y entienda la información adecuada sobre el tipo de intervención, los resultados y las complicaciones más frecuentes; 2) que esté capacitado para decidir; 3) que lo haga libremente, sin coacciones; 4) que el cirujano se comprometa a minimizar los riesgos y las secuelas de la intervención. En definitiva, que se respete el principio de la autonomía o lo que es lo mismo, el respeto por las personas, obteniendo el consentimiento informado por el donante y el de no maleficencia por parte del cirujano13.

Se hace evidente que el motivo de la donación (beneficiar a un tercero, el receptor) es un argumento a tener muy en cuenta, pero por tratarse de un motivo ajeno a la relación clínica típica, no es suficiente para que se pueda transgredir dos de los principios más sólidos y tradicionales en los que se ha asentado esta relación6.  Si realmente se quiere que el acto de la extracción pueda ser aceptado como una buena práctica médica, se requiere identificar los principios y valores que permitan la justificación de la excepción en el apego a los principios de beneficencia y no maleficencia14.

El Comité de Bioética de Cataluña ha señalado que si se respeta la autonomía del donante y el cirujano actúa sin intención maleficente, la donación es moralmente aceptable y exime de manera excepcional del deber de beneficencia de todo acto médico. Sería una excepción argumentada por la voluntad del donante informado y competente de beneficiar un tercero, el receptor, este sí, enfermo y necesitado. Un sacrificio personal voluntario que hace prevalecer la autonomía personal en ausencia de beneficio alguno y por encima de una maleficencia limitada 6.

La relación clínica entre el médico y el donante durante el proceso de determinación de si el candidato es apto o no para convertirse en un donante renal es también sumamente importante e igualmente sujeto a diversas consideraciones éticas.

Consideramos que entre el médico, el equipo de trasplantes y el donante se establece una relación semejante a una relación médico-paciente clásica, en la que existen responsabilidades y obligaciones por ambas partes. El personal médico debe tratar de tener la seguridad de que el posible donante está ejerciendo realmente su autonomía y en todo momento tener presente que se está en presencia de un acto supererogatorio (aquello a lo que nadie está obligado). Por otro lado, el personal médico debe también tratar de identificar una posible donación motivada por algún tipo de interés material.

En general se puede decir que el médico tiene sobre sus hombros un número de responsabilidades a cumplir: entregar la información requerida con el tiempo suficiente y en un lenguaje que sea comprensible, incluyendo el real beneficio y las expectativas para el receptor, los riesgos de morbilidad y mortalidad de la intervención quirúrgica a realizar, los posibles riesgos para la salud a largo plazo y la necesidad de realizar los controles que esto implica. En segundo lugar, asegurarse tanto de las capacidades cognitivas como emocionales apropiadas del donante para tomar esta decisión tan trascendental, para lo cual puede apoyarse de ser necesario en otros profesionales o evaluadores. También y tal vez lo más difícil, es tratar de identificar estados de coerción o manipulación para obtener la donación. Aquí debe considerar que el donante pudiera estar bajo presiones por parte de su familia que lo llevarían a aceptar la donación sin realmente quererlo; buscar expresiones como “si no le donas se muere”, “si se muere será culpa tuya”, “es tu obligación”, etc., que pueden ejercer una marcada presión. Por todo esto se hace indispensable sostener una conversación entre el médico y el donante privada, a solas, franca y honesta, en la cual sea posible confirmar la motivación real de la donación y se dé el mensaje que si no tiene el deseo real de donar, es libre de no hacerlo15.

Defendemos el criterio de que la situación de extrema necesidad por parte del paciente aquejado de Enfermedad Renal Terminal no puede afectar de ninguna manera la objetividad de la evaluación del riesgo para el posible donante e inclinar la balanza en favor de realizar la donación. Tampoco las expectativas y presiones por parte de la familia del enfermo que pueden llevar a una situación de subestimar riesgos para el potencial donador.

La responsabilidad y el compromiso ético con el seguimiento y controles periódicos que requieren posteriormente los donantes renales son de suma importancia si se tiene en cuenta que desde la década de los 90 del pasado siglo se viene alertando de que los estudios multicéntricos y prospectivos disponibles son insuficientes16.

Cabe recordar que para realizar un trasplante es necesario extraerlo de un donante, ya sea vivo o cadavérico. Esto ha ocasionado que, a diferencia de la mayoría de los actos sanitarios o médicos que están sujetos a leyes generales, el trasplante posee leyes específicas en lo que a él se refiere. Estas leyes son el fruto de la necesidad ciudadana de emitir leyes que regulen un acto tan extraordinario16.

Tampoco debemos olvidar que los profesionales sanitarios también son agentes morales, que deben reflexionar sobre la moralidad de lo que hacen (y de lo que dejan de hacer) y que ello los debe llevar a hacer lo que creen indicado técnica y éticamente y a no hacer lo que consideran inadecuado, incluso llevando la contraria al paciente. No son ellos una empresa de servicios, sino profesionales con responsabilidad técnica, legal y moral17.

Función del Comité de Ética Asistencial.

La función principal del Comité de Ética Asistencial (CEA) es la elaboración de un informe en el que se garantice que se procedió de forma correcta en el proceso de otorgamiento del consentimiento. La no emisión de este informe da por sentado que no es posible realizar la donación. La decisión del CEA es preceptiva y vinculante para los profesionales de la salud. Ni los consejos individuales ni las recomendaciones generales emitidas por el CEA tienen carácter vinculante. La función del CEA cuando un profesional o un ciudadano piden consejo ante una duda o un problemática de naturaleza moral, es ayudar a resolver el conflicto, pero nunca tratar de sustituir la conciencia ni la capacidad para tomar decisiones de quienes consultan18.

La primera evaluación que debe realizar el CEA ante la solicitud de consulta es si se trata de un caso de mala práctica o de un error. En el caso de que se constate de que se ha cometido algún tipo de error o que no se ha procedido acorde con las guías de buenas prácticas clínicas, se considera aconsejable rechazar el caso y hacer la recomendación de una consulta a la comisión deontológica de los colegios profesionales  o al  propio comité de dirección. Cuando esto no ocurre, el CEA debe procurar no juzgar la práctica ni entrar en cuestionamientos, lo que significa evitar los juicios sobre la actuación profesional. Los profesionales que consultan lo hacen porque se enfrentan a una situación imprevista o conflictiva por lo que, a pesar de su buena intención, no tienen claridad en cómo resolverla o dudan sobre cuál puede ser la opción más indicada para hacerlo18.

Es imprescindible la confianza en los profesionales del equipo por parte de los miembros del CEA y no corresponde a los miembros del mismo emitir juicios sobre la competencia de dichos profesionales para realizar sus funciones, incluido el proceso de obtención del consentimiento mencionado. Si el médico que lleva a cabo la entrevista al posible donante para obtener su consentimiento alberga dudas sobre la libertad o sobre el móvil, es decir, si lo encuentra bajo presión o lo mueve el interés, puede solicitar tanto el consejo del CEA como su intervención directa19.

Si el CEA, por iniciativa propia y sin ser requeridos, se entrevista con el posible donante para verificar si el consentimiento dado es correcto, dudosamente podrá obtener algún indicio que no haya sido previamente detectado por el médico sobre posibles coacciones o interés, además de que esta actuación no solicitada puede fácilmente ser interpretada como una falta de confianza o un examen de su competencia profesional. La actuación del CEA encaminada a validar el consentimiento en la donación intervivo debe ser siempre consensuada con el equipo de trasplante y siempre dirigida a ayudar más que a fiscalizar19.

La actuación del CEA debe también basarse en la convicción de que los profesionales del equipo de trasplante son los primeros interesados en que la donación intervivo sea éticamente correcta. Ante lo ya mencionado, no queda más que afirmar que obtener el consentimiento corresponde a los profesionales que llevarán a cabo la intervención y son los que, por experiencia y oportunidad, pueden favorecer la revelación de las donaciones bajo presión. Fomentar las donaciones altruistas y evitar las interesadas implica a todos los ciudadanos, pero especialmente a los responsables de las políticas de salud y de la administración de justicia19.

Justicia y compensación material.

No basta con que la donación sea la consecuencia de una decisión libre para considerarla aceptable desde una perspectiva moral, es necesario, además, que sea una decisión justa. La donación no se puede contradecir con los principios de la justicia social que posibilitan la atención de las personas acorde con sus necesidades independientemente a su poder adquisitivo14.

 La condición que hace de la donación una acción justa es que el móvil sea el altruismo y que no se reciba ninguna contraprestación material. Solo desde una concepción de la justicia social se puede fácilmente descalificar la donación basada en el interés. No basta con exigir que la donación sea libre, pues no hay ninguna diferencia en cuanto al ejercicio de su libertad entre quien lo hace de manera altruista y quien lo hace a cambio de una recompensa material14.

Que el móvil de la donación sea el afán de lucro ciertamente condiciona, pero no anula la capacidad para decidir de manera libre. Se puede argumentar que el estado de necesidad de quien vende un órgano es una limitación de su libertad de decisión, pero lo que es cierto es que puede atender a sus necesidades con otras alternativas como el trabajo o el robo14.  

Consideramos que se ha intentado una justificación, en nombre de una supuesta libertad, en el derecho de un individuo de disponer de un órgano para satisfacer necesidades materiales personales o familiares. Vale la pena recordar también que existen múltiples facetas de este fenómeno, determinadas por los valores morales y culturales propios de las diversas sociedades, que le aportan diversos matices al concepto de qué es dignidad; por lo tanto no es extraño que en diversos ámbitos la donación renumerada para atender las necesidades de aquellas personas más cercanas, pueda llegar a considerarse un acto dignificante y hasta de reconocimiento social. Esta visión atenta contra múltiples principios éticos y evidentemente aporta más desigualdad al proceso ya que solamente los más necesitados y vulnerables participarán.

En respuesta a la limitada oferta de órganos, el sistema de distribución de órganos ha desarrollado principios buenos y eficientes para racionalizar la asignación de órganos. Los órganos disponibles para trasplante se deben distribuir entre la lista de receptores en base a criterios imparciales que equilibren el éxito del trasplante, el tiempo de espera y el grado de urgencia20.

El sistema de distribución de órganos debe ser conocido por médicos, pacientes y público para que comprendan que un órgano es negado a un receptor sólo por razones de utilidad y eficacia y nunca por indiferencia o prejuicio20.

Comercio y tráfico de órganos.

El tráfico de órganos es un hecho innegable en el ámbito internacional y todo indica que su volumen y extensión geográfica no van a decrecer. La toma de conciencia sobre el alcance que actualmente tiene y el potencial de este nocivo fenómeno es de suma importancia, ya que la generalización de las donaciones intervivos puede tomarse como medio para encubrir el tráfico de órganos, algo que ya de por sí constituye una razón de peso para ser muy cautos frente a esta generalización21.

 Se escucha cada vez más frecuentemente la afirmación de que la escasez de órganos para trasplante podría paliarse si se permitiera de una vez por todas su comercialización. Esto es, si se aceptara que los órganos constituyen un bien de consumo como cualquier otro que una persona pudiera poner en venta si lo considerara necesario u oportuno21.

En la actualidad podemos encontrar posturas que intentan “moderar” o “regular” un posible mercado de órganos regulado por agencias estatales o internacionales que pudieran actuar realizando la compra y venta de órganos, estableciendo precios y evitando que los más necesitados económicamente hablando sean explotados. Otros abogan por el establecimiento de un mercado totalmente libre. Se pudiera pensar que estas posturas moderadoras son más adecuadas desde el punto de vista ético que la total libertad en el comercio de órganos. Sin embargo, nada más lejos de la realidad ya que los pobres se convertirían en la práctica en “cosas” proveedoras de órganos que pueden ser adquiridos por aquellos que tengan los medios financieros para hacerlo, conllevando a una pérdida de la dignidad humana y declarando que al final todo tiene un precio, incluyendo el propio ser humano22.

La ética nos obliga a ponernos del lado de la dignidad de todas las personas y a encaminarnos en la búsqueda de soluciones alternativas al problema creciente de la escasez de órganos y en particular de riñones, dada la demanda creciente de estos en el mundo del trasplante.

Siguiendo lo planteado por Sgreccia se puede afirmar que el comercio y tráfico de órganos se enmarca en una visión reduccionista-materialista que considera al cuerpo como un objeto que el hombre tiene o posee, la corporeidad en este sentido entra en la dimensión del haber del hombre, de lo que se sigue que el cuerpo es manipulable empíricamente, científicamente disponible por el hombre mismo, en consecuencia si el cuerpo es “propiedad del hombre” este tiene la facultad de disponer del mismo en iguales términos que podría disponer de un objeto de su pertenencia, sin ningún tipo de limitaciones, lo que comprende el poder llevarlo al mercado en la forma que desee23.

Consideramos que los argumentos en favor de un mercado de órganos tienen un carácter reduccionista y no hacen más que promover la suplantación de los valores éticos por los valores económicos, en los que el individuo entero o sus partes podrían ser parte de un comercio como acontece en el comercio y tráfico de órganos.

Éticamente podemos ratificar el Convenio de Oviedo donde se prohíbe la utilización y el lucro con alguna parte del cuerpo humano, lo que está basado en que el cuerpo humano, como parte constitutiva de la persona, es también merecedor de todo el respeto y admiración por su dignidad ontológica que le es inherente, por lo que admitir alguna argumentación favorable a crear un mercado o comercio de órganos frente al principio de  la voluntariedad y gratuidad de lo que realmente significa la donación de un órgano se constituirá en un atentando directo contra la persona y su relación con los demás.

CONCLUSIONES

La donación renal intervivo es un acto altruista de libertad personal, de beneficencia supererogatoria, de profunda generosidad y éticamente aceptable, siempre que esté libre de toda coacción y siendo el reflejo de una completa autonomía.

Entre los principales dilemas bioéticos actuales de la donación renal intervivo y que requieren un manejo adecuado se encuentran aquellos que implican aspectos concernientes al donante, como son la protección de su salud, el derecho a elegir libremente y de ser respetada su decisión; así como aquellos que ensombrecen el proceso como el comercio y tráfico de órganos. También se encuentran aquellos que recaen sobre el receptor, siendo estos los menos éticamente problemáticos.

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