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Valoración del riesgo de violencia sexual

23 de noviembre, del Código Penal.

La importancia de los factores de riesgo

En la actual “sociedad del riesgo” (Beck, 1998), el riesgo es un concepto muy frecuente y es objeto de consideración técnica y análisis profundo. Se puede definir como: “un peligro que puede acontecer con una cierta probabilidad en el futuro, que no comprendemos totalmente sus causas o éstas no se pueden controlar de forma absoluta” (Hart, 2001). Numerosas disciplinas modernas se interesan, cada vez más, por el riesgo, ya que está en la base de la predicción y prevención de sucesos, tanto naturales como sociales, con consecuencias muy dañinas.

El lenguaje y los procedimientos desarrollados en torno al análisis del “riesgo” han llegado recientemente a la psicología y las disciplinas asociadas a la salud mental. El concepto de “riesgo” aparece en los años 70 en contextos alejados de lo que aquí nos ocupa; fueron las grandes compañías y agencias gubernamentales, encargadas de restituir los daños que sus actividades generaban en los individuos y el entorno ambiental quienes lo pusieron de moda. Pronto, este modelo de reclamación de responsabilidades se generalizo de las grandes compañías a los profesionales individuales y, entre ellos, los profesionales de la salud; el paso siguiente fue su generalización actual a casi todas las actividades profesionales que ofrecen algún tipo de garantía de futuro o pronóstico.

A diferencia de la peligrosidad, que destaca por ser una variable discreta, fija y genérica, que lleva a decisiones “todo/nada” en el pronóstico, el riesgo de violencia debemos considerarla como una variable en sí misma, que es continua, cambiante y específica. Por todo ello permite tomar decisiones graduadas de pronóstico futuro de violencia de acuerdo a la magnitud del riesgo. La valoración del riesgo amplía las posibilidades de intervención porque permite ajustar los procedimientos de control y minimización del riesgo a los niveles individuales y contextuales del mismo, con lo que se generan muchas posibilidades de intervención proporcionadas al pronóstico más probable.

En la valoración y estudio del riesgo, en nuestro caso el riesgo de violencia sexual, las causas han dejado paso a los factores de riesgo. Las predicciones se van a realizar atendiendo a la identificación pasada de factores de riesgo, que incrementaron o fueron los responsables de la toma de decisiones previa a la conducta violenta, y a la generalización hacia el futuro de estos (u otros) factores de riesgo que estén presentes en el sujeto sobre el cual predecimos su comportamiento futuro.

Tal y como hemos dicho, los avances en el conocimiento científico sobre la violencia, están facilitando conocer con más detalle, que factores de riesgo están asociados a cada tipo de violencia. Un factor de riesgo de violencia sexual es, dicho con brevedad, una variable que se relaciona empíricamente con un resultado futuro de daños o lesiones. No necesita tener una relación causal conocida sino una simple, pero consistente y significativa relación con la consecuencia. Esto es lo que permite utilizar la valoración de los factores de riesgo como predictores de un suceso futuro.

Los factores de riesgo son sucesos, estímulos, estados, etc.. identificados objetivamente. (Andrés Pueyo, 2007)

Origen de la valoración del riesgo

Las evaluaciones de riesgo son informes profesionales que proponen predecir la probabilidad de que un individuo particular con antecedentes penales de ofensa sexual, sea reincidente en un nuevo delito sexual u otro delito violento o criminal en el futuro. A menudo estas evaluaciones de riesgo contienen también recomendaciones para manejar y disminuir las condiciones que contribuyen a ese riesgo. (Andrés Pueyo, A, 2007)

Entre los profesionales de la salud mental y los especialistas en criminología, la valoración del riesgo, incluso de la peligrosidad, es un proceso de evaluación individual que se inicia por la recogida de datos relevantes del individuo, y finaliza en la toma de decisiones acerca de su comportamiento futuro. La recogida de datos para la valoración del riesgo incluye entrevistas personales, evaluación psicológica y/o médica estandarizada, revisión de expedientes socio-sanitarios y judiciales y recogida de información colateral (Webster et al. 1997). Así, los datos que permiten tomar decisiones sobre peligrosidad y riesgo de violencia no son distintos. Lo que es diferente es la organización y determinación de que información es necesaria para evaluar el riesgo de violencia (en cada tipo variará de forma concreta), la ponderación del efecto propio de cada factor de riesgo y las normas de relación entre las valoraciones realizadas que definen los resultados de dichas valoraciones. Este proceso, se puede realizar desde la “inaccesible” mente del experto (juicio clínico) hasta el frío computo de un ordenador (decisión actuarial) que aplica el procedimiento pasando por el profesional experto que se ayuda y guía por protocolos de toma de decisiones (juicio estructurado).

En estos últimos años el riesgo de violencia ha ido sustituyendo a la peligrosidad como referente en la predicción de la violencia futura. (Andrés Pueyo, A, 2007) Este cambio ha venido acompañado de un desarrollo y puesta a punto de instrumentos específicos que tienen la finalidad de ayudar a los profesionales en sus decisiones pronósticas. Estos instrumentos surgieron, inicialmente, en el contexto de la predicción de violencia y reincidencia en pacientes y/o reclusos afectados por trastornos mentales graves en Canadá. Más tarde se fueron ampliando para ocuparse de la predicción de otros tipos de violencia y aparecieron instrumentos para predecir la violencia sexual, de pareja y doméstica. Los primeros protocolos, casi todos ellos originados en Canadá, se fueron extendiendo a otros países como EE.UU., UK, Países Nórdicos, Alemania, Holanda, etc. donde su uso de ha generalizado en esta última década. Recientemente han aparecido nuevos instrumentos para valoración de riesgo de violencia en jóvenes y adolescentes, en sujetos internados en prisiones y también para predecir la violencia en el trabajo.

La necesidad de estos instrumentos se ve confirmada por la rápida extensión de los mismos a muchos países. En España, el grupo de investigación GEAV (Grupo de Estudios Avanzados en Violencia) de la Universidad de Barcelona ha realizado la adaptación de tres de estos instrumentos, los más utilizables, que son el HCR-20, el SVR-20 y el SARA y que sirven para predecir violencia física grave en pacientes psiquiátricos y reclusos, para predecir violencia sexual y violencia contra la pareja respectivamente. Otros grupos e instituciones se han ocupado de adaptar otros instrumentos como, por ejemplo el VRAG (Violence Risk Appraisal Guide), los distintos protocolos de la PCL (Psychopatic Checklist) o el SAVRY (Scale for Assessment of Risk for Violence in Youths).

En resumen podemos decir que en los últimos 20 años la creación y difusión de estas técnicas han mejorado de forma definitiva la tarea de predicción de violencia entre los profesionales que se ocupan de esta tarea en contextos penitenciarios y de salud mental.

Básicamente los procedimientos de predicción de riesgo de violencia siguen dos modelos distintos