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La energía humana en Teilhard de Chardin

que naturalmente la corporeidad se habitúa en una vida intrauterina que en el momento de la fecundación y ese nuevo ser que vive en un mundo fisiológico se prepara para una vida externa, comienza a ganar una cantidad de energía humana unas propias de él y otras de su progenitora, genéticamente se configura para mostrarse como ser humano, es allí donde comienza a dominar la maquinaria del ser que lo lleva en su vientre, se vuelve pensante, responde a estímulos y configura toda su estructura ósea hasta la llegada de su nacimiento, se siente lo suficiente maduro para crecer o morir. Al respecto Chardin (1967) acota que:

la energía no es otra cosa que un flujo de personalización… La textura de un tallo no se explicaría sin el desarrollo de la planta. De manera semejante, la situación del Hombre en la Naturaleza no puede explicarse sin un efecto psíquico. No. El universo no ha nacido inmóvil, sino que su estructura manifiesta una evolución global de su masa hacia una interiorización siempre mayor, llegando, finalmente a la reflexión. (Pág. 78 / 131).

Ahora bien, la historia de la vida ha sido mirada por muchos estudiosos (filósofos, teólogos, biólogos, médicos, bioquímicos, genetistas, ecólogos, etólogos, antropólogos) para dar un aporte, que de cierta manera estaría iluminado por la razón. Se hace necesario un hilo conductor para unir todas esas disciplinas, en la cual esta unidad está en la excusa para relacionar a todos los sistemas vivos desde su aparición hace millones de años hasta la globalización actual, desde las bacterias a los Estados, pasando por los individuos, en esto consiste la energía.

Todos los organismos, sistemas vivos y las organizaciones sociales necesitan energía. Por tanto todos requieren capturarla, hacerla útil y así polarizar que esos seres y sistemas sociales tengan algo en común. El mismo autor antes señalado refiere que:

Hasta el hombre parece que, en el desarrollo de la vida… haya estado siempre claramente subordinado a la especie. Su valor era, sobre todo, el de un órgano de transmisión, el de un lugar de paso. Se trataba para la vida, según parece, de llegar, a través de elementos cada vez mejor organizados, a establecer sobre la tierra una forma superior de conciencia, un estado de personalidad. Con el hombre y en el hombre, el elemento acabado y centrado, es decir, la persona, se encuentra por fin constituido… Por preciosa que sea, la mónada humana permanece sujeta, vitalmente, a la ley que, hasta ella, obligaba a los elementos a salvar y a promover el todo, prefiriéndolo a ellos mismos. (Pág. 32/33).

Con todo este suceso encontramos que la humanidad no es solamente, para cada uno de nosotros, el tallo que sostiene, une y conserva, sino que es la flecha que corona las cimas del destino. Los hombres del siglo XXI, son elementos de un alma que se busca a través del Cosmos, que muchos han vivido como niños sin comprender el misterio de su nacimiento ni el secreto de los impulsos oscuros, aproximándose a una crisis de pubertad, quieren dibujarse una pasión nueva, victoriosa, que transforme lo que ha sido hasta aquí el transitar de un cuerpo casi inmóvil frente al mundo, que por dejar enturbiar sus aguas cristalinas, hoy son como un ramo de flores imperfectas, dolientes, porque sus elementos han sido recogidos uno a uno y artificialmente reunidos.

Por lo contrario el energismo del cuerpo humano revitaliza un árbol que ha tenido que luchar contra los accidentes interiores de su desarrollo y los accidentes exteriores de la intemperie, las ramas heridas, las hojas laceradas, las flores secas y deterioradas, están en su sitio, para trascender y traducir las condiciones más o menos difíciles de crecimiento, encontradas por el tronco de la vida que las soporta. Chardin (1967) enfatiza diciendo:

¡Qué de cosas preciosas dejamos escapar por timidez o por pereza, sencillamente porque pensamos haber encontrado una buena razón para no intentar. En lugar de demostrarnos, sin dejar la orilla, que el océano no podría sostenernos, aventurémonos en sus aguas para ver! (Pág. 96-97).

Con estas palabras el autor busca intimar con la fuente de reserva sagrada de la energía humana: “El Amor”, fuerza esta que arroja al hombre a alta mar con su esperanza en un destino ilimitado, más allá de sí mismo, este energetismo presente en el cuerpo lo hace todo viable, agradable, que nunca es un grano, sino una espiga; nunca es una gota de agua, sino un mar inmenso; nunca es un granito de arena sino un desierto sin fin; nunca es una estrella, sino un cielo de estrellas. Es como el sol de mediodía que calienta; o como el atardecer que suaviza; o como el sol de la mañana que despierta. Por estas razones es necesario plantearse la siguiente investigación para analizar ¿De cuál Energía del Cuerpo Humano trata la Visión Antropológica de Teilhard de Chardin?

Objetivo de la Investigación

Analizar la Energía del Cuerpo Humano según la Visión Antropológica de Teilhard de Chardin.

CONCLUSIONES Y APORTES FINALES

Conclusiones.

Antes de iniciar el desenlace de toda la temática del contenido es fundamental darle unas pinceladas a algunos aspectos. Al hombre de hoy se le ofrecen suficientes motivos de dispersión y cada día se inventa uno nuevo. El motivo no es que el hombre se distraiga, ni tampoco se sienta feliz, sino que se trata de algo más profundo: que el hombre no reflexione. Así a fuerza de lograr que no reflexione, el hombre se va masificando, vulgarizando y aplastando. ¿Por qué pasa esto? Porque en la conciencia de todos está vigente este hecho: el hombre es libre. Y su libertad puede ser un estorbo para muchos intereses, para muchos planes de dominio.

En la actualidad se busca lograr que el hombre sea cada día más consumidor; y conseguir así su sometimiento total, haciéndole creer al mismo tiempo que es dueño de sí mismo. Quizá ésta es la época en la que el hombre ha sido y es más sensible a la autonomía. Unos trabajan por su libertad, y ponen en ella el ideal de su vida humana y el ideal de otros hombres. Otros ven en la libertad humana un monstruo peligroso que les amenaza sus propios intereses por eso tratan de eliminarla o, al menos, de sojuzgarla.

Por último, conviene mencionar una vez más que el hombre puede y debe formarse. No obstante depende de él toda la voluntad espiritual y personal que se acrecienta precisamente con el “poder” como libertad. Stein, 2002) acota que “poder y deber, querer y actuar continúan muy estrechamente vinculados entre sí” (Pág. 96).

Ahora bien de este poder procede toda probabilidad del deber, es decir; yo soy plenamente libre de optar, hacer u omitir algo, que está a mi alcance, de desde allí existe una invitación desde nuestro interior a escoger con plena conciencia lo que puede favorecernos o perjudicarnos, y posteriormente nos conduce a un seguimiento interno permitiéndonos así unas exigencias en la realidad de los hechos. La misma autora enfatiza diciendo que:

las almas humanas tienen en común con los espíritus sin cuerpo la estructura personal y el ser espiritual. Se asemejan a esas sustancias en que, al igual que ellas, poseen una “materia espiritual” y una forma individual que las cualifica. Los que las convierten en