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La energía humana en Teilhard de Chardin

“almas” y las distingue de los “espíritus puros” es que son “centro del ser”, “núcleo personal” de una naturaleza espiritual-corporal, de una unidad personal corporal-anímica. (Pág. 126).

Al respecto, la unidad con la materia es fundamental para el alma, expresa la filósofa cristiana, razonando que solamente en el momento de la muerte, se puede lograr ver esta separación del cuerpo y alma en toda su plenitud, así de esta forma el ser humano logrará responderse a sí mismo sobre sus interrogantes de su dualidad que siempre ha existido desde que tiene conciencia de sí.

Para dar respuesta al objetivo general de este trabajo documental como fue Analizar la Energía del Cuerpo Humano según la Visión Antropológica de Teilhard de Chardin, es oportuno remar sobre el análisis encontrado en el objetivo específico referido a examinar el concepto del cuerpo humano mediante una topografía histórica filosófica en el cual se concluye lo siguiente:

  1. Toda síntesis cultural tiene su modo propio de vivir el cuerpo y de hablar de él, ahora bien, resulta curioso que muchos hombres sabios que iniciaron desde y con los griegos hasta la modernidad develaron un océano extraordinario sobre la antropología, a lo cual se le dio un valor inmenso pero que tiene que ser visto con una profundidad de más o menos un centímetro porque solo dejaron la perdida de la armonía corporal siendo una de las enfermedades más graves de la civilización.
  2. El estudio del hombre examina, vislumbra y explica lo que es esencialmente humano, concepto que fija el principio mismo de reducción, propio de la filosofía del hombre, indica el límite de este principio, e indirectamente excluye que se pueda traspasar, se basa en la experiencia esencialmente humana, oponiéndose al reduccionismo de tipo naturalista, que normalmente va junto con la teoría evolucionista que investiga los orígenes del hombre.
  3. Seguir conquistando la antropología desde concepciones dualistas resultaría reivindicar los conceptos Platónicos y de San Agustín en las conciencias de los hombres, por tanto es necesario sembrar desde la persona humana una unidad totalidad que alcanza y expresa hasta en su propio cuerpo. Así pues, su identidad más profunda la expresa en el acto de reflexión que es un hecho concreto y no un caminar huérfano y andar a ciegas.
  4. La persona humana misma ha sido creada para edificar, no un mundo nuevo, sino el que más permita a la especie humana supervivir, inteligentemente, de la forma más segura, solidaria, venturosa y altamente creativa.
  5. La disociación del cuerpo es visto no como expresión de toda la persona y su tonelaje de entregarse sino como objeto de placer o de uso. Sin embargo, un desliz de comprensión que lleva a ese atisbo significa también que la misma persona no se considera adecuadamente a sí misma, pues tampoco ve que su propio cuerpo tiene ese significado reflexivo que le invita a abrirse al ser para dar y buscar sentido a la vida.
  6. El Hombre siempre mira al futuro desde un hecho concreto como una pregunta abierta esperando una respuesta y reflexionando se ubica en el cosmos y se hace fecundo para estar disponible a integrar en su eje nuclear el Cuerpo y el Alma.
  7. La persona humana no es un mundo roto del cuerpo (la materia) y del espíritu (el alma), es ante todo, inmanente, aun cuando no se reduce a este nivel, son al mismo tiempo una síntesis y una integración; y es preciso entenderlas en esta clave. La evolución del hombre ha sido un cambio de la conciencia a la autoconciencia, de la percepción a la reflexión, de un horizonte limitado a uno ilimitado, este pasaje para la filosofía tiene su explicación en el alma humana, por lo tanto para la filosofía no hay otra causa que actúe en la evolución capaz de dar cuenta del gigantesco salto que en ella se verifica que no sea la creación del alma.
  8.  La situación que vive la especie humana, con su dramático grito tremendamente acusatorio realizado por Marx: “¡estáis idiotizando al hombre!”. Cosa tan vacía. Pues, si bien es cierto y entendido en todo cristiano que la carne tiene tendencias contrarias a las del espíritu y el espíritu tendencias contrarias a las de la carne. En esta contraposición el cuerpo tiene también una dimensión cósmica (que se refiere a toda la creación), pero en el centro de ella está el hombre: el hombre constituido en la unidad personal del espíritu y del cuerpo. Y precisamente en este hombre fructifica su propia energía humana.

Partiendo de la base fundamental de la investigación y del aporte de Teilhard Chardin sobre el fenómeno humano y la Activación de la Energía, es preciso comparar esto con los aportes de Raymond Colle (2009) quien considera que la base de la evolución es la materia, que se caracteriza por la multiplicidad de los elementos que se unen debido a un poder inherente de interacción (energía de unión). Este poder tiene como consecuencia el crecimiento de la complejidad de lo que se va aglomerando, hasta llegar a un umbral donde se produce un enorme salto: la aparición de la vida. La vida conlleva a su vez nuevas leyes relacionadas con la complejidad. Primero, la multiplicación de los individuos, para buscar los mejor adaptados al ambiente, probando todo para encontrar todo. Lo cual implica una segunda ley: la del ingenio, habilidad para combinar resultados.

La vida, de este modo, construye sus mecanismos y los pone a prueba. Pero en ello aplica una tercera ley: la de la indiferencia frente a los individuos. Lo que importa es el conjunto y su porvenir, ya que de ello depende la evolución misma. De todo ello se puede deducir otra ley, de suma importancia para entender todo el proceso: no puede aparecer nada que no haya sido preparado con anticipación. Y la acumulación de cambios selectivos conduce de este modo a un nuevo umbral: la aparición del hombre y el desarrollo de su complejidad cerebral, para pasar progresivamente de los prehomínidos al Homo Sapiens. El paso más significativo aquí es el de la reflexión, supremo éxito de la evolución. Teilhard de Chardin (1967) en su obra la Activación de la Energía Humana señala lo siguiente:

entre el mundo animal y el mundo humano que le sucede, hay, dígase lo que se diga, no solamente una diferencia de grado, sino un cambio de orden (o, si se prefiere, cambio de estado). Por sus propiedades, por sus métodos inventivos, por su autonomía, la Noosfera humana representa, con toda evidencia, una nueva envoltura, aparecida en la vieja Biosfera. (Pág.301).

De todo ello concluye Teilhard de Chardin que la relación entre complejidad y conciencia no es accidental, sino que subtiende todo el proceso, desde sus inicios. Para el hombre-individuo, no hay escapatoria ante la fuerza de la energía externa: la muerte lo espera. “los muertos, la Muerte, son y sólo son esto, puntos críticos sembrados en la camino de la Unión.” (Pág.96).

En el interior de las cosas, el ser humano ha de conservar su personalidad (propia del mundo de la Energía Interna), accediendo a una esfera supra-humana de auto-conciencia. Y en esta esfera, toda la humanidad reunida seguirá con el proceso de unión hasta llegar a un punto que Teilhard llama el “Punto Omega”, el gran foco de convergencia de los espíritus humanos y, a través de ellos, de todo lo que existe.

En cuanto a los objetivos específicos referidos a Identificar la energía humana como rasgo esencial del mundo y su alcance humanista, se puede