salud. Esto debido a que el consumo de drogas por la vía intravenosa se relaciona con una cantidad importante de riesgos confluentes. Además del deterioro físico y cognitivo producto de los estragos que la sustancia hace en el cuerpo, también se encuentra el fuerte riesgo de adquirir el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), y el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).
A grandes rasgos, el VIH es una infección que se descubrió en 1983 y hasta la fecha no tiene cura. El virus se transmite por varias vías, como son: perinatal, sanguínea, sexual y mediante las mucosas. El agente infeccioso VIH-1 ataca los linfocitos Ct CD4+. Dichas células son las encargadas de la respuesta inmunológica. La persistencia del virus que no es posible eliminar, induce la pérdida gradual de Ct CD4+, que conduce a la falla generalizada del sistema inmunológico, quedando el organismo vulnerable ante agentes patógenos externos, como virus o bacterias oportunistas que finalmente provocan la muerte. En esta etapa final, la infección se convierte en SIDA. Aunque el virus no es curable, si es prevenible mediante autocuidados y cierto nivel de información. Quienes viven con este virus tienen amplias posibilidades de mantener una vida prolongada mediante tratamientos antirretrovirales, que evitan que la carga del virus aumente, evitando que se presente el SIDA. ⁸
Los primeros casos de VIH se identificaron hasta la década de los ochenta. En el caso mexicano se observó opacidad de las autoridades gubernamentales, y una reacción lenta, a la que se atribuye la responsabilidad de miles de muertes que hubiesen podido evitarse con una reacción rápida y eficiente. En retrospectiva, se sabe que nunca fue calculada la cantidad de personas que pudieron haber sobrevivido en México, si el diagnóstico del virus y el acceso al tratamiento antirretroviral hubieran sido inmediatos. ⁹
El problema biológico sanitario se expandió a una dimensión social, frente al estigma y la discriminación hacia las personas que llegaron a las instituciones de salud, sin ninguna idea de la causa de su deterioro físico y síntomas no diagnosticables. Ante la incertidumbre, la población general reaccionó usando el rechazo como mecanismo de defensa, debido al temor de adquirir ese nuevo virus, del cual solo se sabía que causaba la muerte. Experiencias en México dan testimonio de que víctimas del pánico y el desconocimiento, los médicos se negaron a atender a los enfermos, incluso el personal de hospitales amenazó con detener los servicios de salud, mientras que los afectados con VIH no fueron admitidos en las áreas de urgencias. ⁸
Posterior al estudio del virus y su dinámica de propagación, incluso después del desarrollo de medicamentos antirretrovirales para evitar y contener el desarrollo del VIH en el cuerpo, pocos advirtieron la situación de las Personas Usuarias de Drogas Inyectables (PUDI). Fue hasta 10 años después de documentar la epidemia que se generaron estrategias mundiales para mitigarla, en ese momento, los organismos de salud se percataron que esta población presentaba grandes riesgos, arrojando estadísticas alarmantes que ponían en juego los logros epidemiológicos obtenidos hasta esa fecha. ⁸
La evidencia científica establece que en comparación con otras poblaciones, las PUDI son las más expuestas a los riesgos de adquisición del VIH ¹⁰. En México fue hasta 1986 cuando se reportó por parte de los servicios de salud, el primer caso de VIH en una PUDI. Este grupo fue el último en ser atendido por las instancias de salud. ¹⁰
La proliferación de las DI creció durante la década de los noventa. Para 1999, 136 países reportaron grupos humanos inyectores, de los cuáles 114 refirieron la propagación del VIH sobre la población de usuarios. ⁹
En la década siguiente, la United Nations Office on Drugs and Crime (UNODOC) estimó para 2008, que el 46% de las personas que se inyectaban drogas, estuvieron afectadas por el VIH. Al inicio de la década actual, en el año 2011 el número de muertes relacionadas con las drogas se calculó en 211,000 personas. La mayoría de esas muertes fue entre la población más joven de consumidores, defunciones que pudieron haber sido prevenidas. ⁶
Datos más recientes, presentados en el Informe Mundial sobre Drogas, reportados también por UNODOC en 2013, revelaron que 14 millones de personas, de 15 a 64 años de edad se inyectaban drogas, de las cuales 1.6 millones se encontraban afectadas por el VIH⁹. Además el consumo aumentó a 158 países, y el VIH creció a 120 naciones. El porcentaje total mundial estimado de personas que viven con VIH y se inyectan drogas, es del 10% del total de población que posee el virus. ⁶
Al incidir en prácticas de alto riesgo, se advierten fenómenos urbanos que en conjunto promueven la incidencia y prevalencia de los problemas de salud de las PUDI. Bravo ⁷ enlista varios signos dignos de atención: Cercanía a rutas de tráfico de drogas ilícitas, población prevalente e incidente susceptible de consumir drogas, prevalencia local y regional de Virus de Inmunodeficiencia Humana, Virus de la Hepatitis C (VHC) y Tuberculosis (TB), subpoblación con bajo nivel educativo, bajo nivel de información sobre salud y vías de transmisión viral, difícil o nulo acceso a insumos de inyección segura y de condones. ⁹
Por su parte algunas investigaciones detectan que el grado de riesgo de las PUDI, es mayor durante las primeras prácticas de inyección, ante la inexperiencia en la iniciación de usuarios. Los más susceptibles de adquirir VIH, VHC y muerte por sobredosis, son los sujetos más jóvenes con menor experiencia. La cuestión PUDI es especialmente compleja, en comparación con grupos de usuarios de otras drogas no inyectables, que también muestran prácticas de alto riesgo. Las PUDI, además de ser una población volátil y nómada en el contexto urbano, difícilmente reciben intervenciones de salud o de investigación. Su práctica de consumo resulta en una confluencia de riesgos simultáneos, que tienen origen al inyectarse drogas directo al torrente sanguíneo, con materiales de inyección compartidos en forma grupal. La inyección de drogas con jeringas usadas es un mecanismo potente y eficaz para la transmisión de infecciones: víricas, bacterianas, micóticas y protozoarias. ⁹
Los peligros biológicos confluentes son: VHC, VIH, tétanos, sobredosis con potencial de muerte, envenenamiento por sustancia letal adulterada, pérdida de miembros corporales originados por abscesos, a su vez producidos por inadecuada técnica de inyección, seguida de un tratamiento poco aséptico de la herida. Además, se experimentan otros deterioros como, desnutrición y delgadez, dados sus deplorables hábitos alimenticios. ⁹
Respuesta de las instancias de salud
Un factor altamente relevante para el análisis de la cuestión, es detectar el nivel de atención que las autoridades sanitarias otorgan a la situación de las PUDI. En tal sentido el sector salud ofrece pocas alternativas de atención, además de programas focalizados adaptados a la situación de las PUDI. De tal suerte, que esta escasez de medidas preventivas es una circunstancia que favorece el riesgo social. ⁵
Con respecto a lo antes planteado, el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA) observó que actualmente, en los países con presencia de PUDI, la oferta de servicios de salud es baja, con menos del 5% de alcance. ⁹
La reacción de los gobiernos latinoamericanos en torno al uso de DI y el riesgo de VIH ha sido insuficiente. Un indicador que da fe de sus deficientes niveles de respuesta en torno a estos problemas sanitarios, es el nivel de inversión de recursos económicos destinados a resarcir las epidemias. Se ha revelado desde 2004, que los países centroamericanos registran las aportaciones más bajas destinadas al control del VIH/SIDA. ¹⁰
Es así como Carlos Magis junto con otros autores han advertido que el estudio y atención hacia las PUDI no ha sido profunda ni suficiente, al no contar con información que permita valorar todos los factores involucrados. Ellos también puntualizan la falta de atención hacia el consumo de drogas y su relación con el VIH, sumada al bajo reporte de casos de infección por esta vía; en México puede atribuirse a que el SIDA se ha visto principalmente como una enfermedad de transmisión sexual. ¹¹
Otro aspecto digno de atención, es indagar las posibilidades de cambio que poseen las PUDI. Ésta consideración es importante, ya que la población meta es dependiente a sustancias y el resto de los aspectos de su vida pasan a segundos términos. En diversos estudios realizados en New York, Canadá y en Río de Janeiro entre 1990 y 1997, se observó que las PUDI modifican positivamente sus comportamientos de riesgo. Aquí se evidenció que los usuarios cambiaron conductas de riesgo sexual y disminuyeron el uso compartido de jeringas, todo lo cual coincidió con descensos estadísticos en la incidencia de VIH en esa época. Un factor que promovió estos discretos pero alentadores cambios de comportamiento en las PUDI, fue conversar con sus compañeros inyectores, parejas sexuales y familiares sobre cómo