tensión arterial sistólica y diastólica respectivamente (Hagberg et al., 2000). Así mismo varios trabajos llevados a cabo por el doctor Williams han puesto de manifiesto que la práctica de ejercicio físico progresivo reduce el riesgo de padecer hipertensión. Para ello, se sirvió de un seguimiento de 7.7 años a 29.139 hombres y de 7.4 años a 11.985 mujeres. De esta cohorte, el 8.53% (2342) de los hombres y el 4.26% (499) de las mujeres se volvieron hipertensas. Gracias a este trabajo se pudo comprobar que mejorar rendimiento en una prueba de 10 kilómetros se relacionaba con menores riesgos en padecer hipertensión, concretamente un 62% (Williams, 2008).
En la otra investigación, se pudo constatar que además del rendimiento en una prueba de 10 kilómetros, el volumen de ejercicio físico también ejerce una influencia significativa. En este caso, los sujetos que realizaban menos de 16 kilómetros semanales (aproximadamente, los kilómetros que haría una persona media que siga las pautas de ejercicio para la salud) consumían más fármacos antihipertensivos que aquellos en los que el volumen semanal ascendía a más de 64 kilómetros, quienes reportaron un 48% y 52% menos en hombres y mujeres respectivamente (Williams y Franklin, 2007). Para poder disfrutar de los efectos positivos del ejercicio el diseño del programa de ejercicio debe circunscribirse a las particularidades que emanan de la fisiopatología así como de la farmacología asociada.
En primer lugar, y como no podría ser de otro modo, resulta necesario realizar un test inicial en el que se realice la correspondiente anamnesis, así como la toma de tensión arterial y alguna prueba de esfuerzo bajo la supervisión médica correspondiente (Gordon, 2002).
A continuación se debe señalar que el punto de partida del ejercicio físico en personas con hipertensión se centra en el ejercicio cardiovascular (gráfico 1), que se recomienda realizar cuantos más días a la semana mejor (Pescatello et al., 2004), aunque se debe completar con un programa de ejercicio neuromuscular (Pescatello et al., 2004).
-Ver gráfico nº 1: Recomendaciones de ejercicio físico aeróbico en personas con hipertensión (Pescatello et al., 2004) (al final del artículo).
La recomendación más extendida es la de mantener los hábitos de ejercicio moderado (Hagber et al., 2000; Pescatello et al., 2004 ) pero tal y como ha sido expuesto anteriormente, puede resultar necesario progresar para obtener mayores beneficios, por lo tanto, en aquellas personas en las que quede permitido dicha progresión se puede sugerir que se mantenga la programa de ejercicio moderado mediante caminar o algún ejercicio similar por 5 días a la semana y se reservan 3 días a la semana para el ejercicio vigoroso, representado por actividades como correr, patinar o bicicleta (Sharman y Stowasser, 2009).
-Ver gráfico nº 2: Recomendaciones de ejercicio físico aeróbico vigoroso en personas con hipertensión (Sharman y Stowasser, 2009) (al final del artículo).
En lo que a entrenamiento de fuerza se refiere, las recomendaciones resultan más generales. En este caso, y como norma general las recomendaciones apuntan a realizar muchas repeticiones con una carga baja (gráfico 3), y disponer la sesión en forma de circuito. Las variables a las que se debe atender son (Abellán et al., sin año, López, 2008; Gordon, 2002).
-Ver gráfico nº 3: Recomendaciones de ejercicio físico de entrenamiento de fuerza en personas con hipertensión (al final del artículo).
En el caso del entrenamiento de fuerza parece que la igual que en el ejercicio aeróbico, se requiera de una progresión para obtener mayores beneficios, pero aún se necesita más información que corrobore este postulado (Kelley y Kelley, 2000). Por lo tanto, la recomendación se mantendrá en un programa de ejercicio de fuerza suave.
Consideraciones especiales.
Adicionalmente la persona hipertensa debe conocer que a la hora de hacer ejercicio físico requiere de una especial atención que debe ser subrayada (Pescatello et al., 2004; Sharman y Stowasser, 2009):
- Monitorización de la tensión arterial durante (o al finalizar una serie) el ejercicio mediante la media de dos registros consecutivos espaciados por 30 segundos.
- Si en condiciones pre-ejercicio aparecen valores de tensiones arteriales sistólicas por encima de 180 mmHg y superiores a 110 mmHg en tensión arterial diastólica no se iniciará el ejercicio físico programado.
- Se deberá prolongar la fase de enfriamiento (cool down) por encima de los 5 minutos, recomendándose 7-10 minutos para evitar el fenómeno de hipotensión post-ejercicio. Esta fase consiste en la realización de ejercicio cardiovascular suave y estiramientos. Con esta estrategia se pretende evitar la hipotensión, especialmente en aquellas personas que estén medicadas, puesto que muchos fármacos reducirán la resistencia periférica total.
- Si la persona es mayor de los 65 años la fase de enfriamientos debería ser mayor a los 10 minutos.
- Si en cualquier momento la persona reporta o se le registrar un valor por encima de 210 /105 mmHg o 190 /105 mmHg en hombres y mujeres respectivamente se derivará inmediatamente al facultativo pertinente.
- Si la respuesta al ejercicio es hipotensiva, es decir, se evidencia una incapacidad de incrementar la tensión arterial pese al incremento de las demandas por ejercicio físico, generalmente menores a 20-30 mmHg se detendrá el ejercicio físico. Este fenómeno puede reflejar la necesidad de un ajuste del tratamiento antihipertensivo.
- Resulta de gran utilidad e incrementa la seguridad de los programa de ejercicio físico que los pacientes sean educados en el reconocimiento de los síntomas de:
- Hipoglucemia: Sensación de mareo, sudoración fría
- Cualquier tipo de dolor torácico opresivo
- Golpe de calor.
- Evitar los ejercicios isométricos intensos, pues generar un marcado efecto presor, que puede resultar perjudicial.
- El ejercicio máximo también debe ser restringido, por su tendencia presora, a nivel general, se asume como conveniente no exceder el umbral de 180 mmHg para la tensión arterial sistólica y 105 mmHg para la tensión arterial diastólica durante la práctica del ejercicio físico. Posibilidad de aplicar el doble producto (también conocido como índice de sobrecarga miocárdica) para