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Influencia de los patrones alimentarios en la carcinogénesis. Una revisión bibliográfica

Influencia de los patrones alimentarios en la carcinogénesis. Una revisión bibliográfica

Autora principal: Araceli Sara Temprano Andrés

Vol. XVI; nº 2; 49

Influence of food patterns on carcinogenesis. Bibliographic review

Fecha de recepción: 24/06/2020

Fecha de aceptación: 27/01/2021

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XVI. Número 2 –  Segunda quincena de Enero de 2021 – Página inicial: Vol. XVI; nº 2; 49

Autora:

Araceli Sara Temprano Andrés, Silvia Martínez Antón

Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, Cantabria, España.

RESUMEN

El término cáncer abarca un amplio grupo de enfermedades que se caracterizan por un proceso descontrolado de crecimiento de células anormales que puede afectar a cualquier parte del organismo.

Esta patología se erige como una de las principales causas de morbilidad y mortalidad a nivel mundial.

El cáncer es una enfermedad multicausal, siendo el resultado de la interacción de múltiples factores genéticos, ambientales y de estilo de vida.

Así, se estima que aproximadamente un tercio de los cánceres son evitables por deberse a factores conductuales y dietéticos, siendo el tabaco la primera causa eludible y la dieta el segundo.

Por este motivo, queda patente la importancia de conocer y seguir los preceptos de una dieta equilibrada y alejada de aquellos componentes y alimentos que puedan favorecer la carcinogénesis.

Para alcanzar este objetivo, las recomendaciones consistirían en un aumento del consumo de frutas y verduras frescas, así como de alimentos ricos en fibra. Habrían de evitarse las grasas minerales, el alcohol y un exceso de carnes rojas en la dieta, así como evitar el sobrepeso y seguir unas pautas adecuadas para la preparación y conservación de los alimentos.

Palabras clave: neoplasias, dieta, alimentos.

ABSTRACT

The term “cancer” includes a wide group of illnesses characterized by an uncontrolled development of abnormal cells. This odd growth can affect to any part of the organism.

This pathology is erected like one of the main causes of morbidity and mortality around the whole world.

Cancer is a multicasual illness, product of the interaction of multiple genetic, environmental and lifestyle factors.

This way, it’s estimated that approximately a third of the cancers can be prevented avoiding some behavioral or dietary habits, because it’s known that tobacco is the first avoidable cancer cause and some dietary habits the second one.

Because of that,  the importance of knowing and of following the prescripts of a balanced diet it’s obvius, as well as avoid those components and food that could favor carcinogénesis.

To reach this target, the recommendations consist in:  increase consumption of fruits,fresh vegetables, and high in fiber food. There should be avoided mineral fats,  alcohol and an excess of red meats in the diet, as well as to avoid obesity and to follow some cooking and food preservation  rules.

Keywords: neoplasms, diet, food.

INTRODUCCIÓN

Bajo la acepción “cáncer” se encuentran comprendidas un amplio conjunto de más de cien enfermedades caracterizadas por un rápido crecimiento de células anormales que puede afectar a cualquier parte del organismo. (1)

La génesis de esta enfermedad se desarrolla a través de los procesos de iniciación, promoción y progresión de las células, dando lugar a una neoplasia que puede ser benigna o maligna, siendo éstas últimas la que reciben el nombre de cáncer.

El cáncer está considerado una patología multicausal, en cuyo desarrollo intervienen factores tanto genéticos como ambientales, entendiendo que bajo el concepto “factor ambiental” se encuentran recogidos agentes económicos, contaminantes, de estilo de vida, etc.

La incidencia de los cánceres se incrementa con la edad, además, la evidencia indica que existen determinados tumores cuya frecuencia depende del sexo (por ejemplo, son más frecuentes los tumores de mama en las mujeres o los de pulmón en hombres).

Los últimos datos publicados por el Global Cancer Observatory (GCO) estiman que en 2018 se diagnosticaron aproximadamente 1 18’1 millones de nuevos casos de cáncer en todo el mundo (2).

En ese mismo año, se estima que el cáncer causó aproximadamente 9.6 millones de muertes a nivel global. (2)

La Red Española de Registros de Cáncer (REDECAN), estima que en España en el año 2020 la cifra alcanzará los 277.394 casos. (2)

La inmensa mayoría de los cánceres están relacionados con factores que pueden modificarse o evitarse (radiaciones, alcohol, tabaco, etc.). A pesar de que se trata de una enfermedad en gran parte prevenible (3), constituye la segunda causa de muerte tras las enfermedades cardiovasculares en los países desarrollados, causando aproximadamente un 25% de las defunciones. (4)

Las evidencias indican que, sin tener en cuenta el tabaco (principal causa generadora de cáncer), entre el 29,3% y el 40’6% de los cánceres podrían prevenirse mediante medidas higiénico dietéticas. (3)

Así, se considera que la dieta es la segunda causa evitable en la carcinogénesis, siendo responsable de aproximadamente el 30% de los cánceres en los países desarrollados.  (5)

Los hábitos dietéticos parecen cobrar especial importancia en el desarollo de tumores gastrointestinales, prostáticos, de mama y de endometrio. (4)

A pesar de que la dieta no es el único factor modificable que puede causar cáncer, estas cifras hacen palpable su importancia y estrecha relación con la carcinogénesis.

METODOLOGÍA

Para la realización de esta revisión bibliográfica se han consultado protocolos, guías de actuación, monografías y otras revisiones bibliográficas, así como estudios epidemiológicos, observacionales y de casos y controles obtenidos a través de bases de datos relacionadas con el área de la salud.

Se ha recurrido a las siguientes bases de datos: Dialnet, Elsevier, Cuiden, PubMed, Scielo,  Scopus,  y el motor de búsqueda Google académico.

Además, se han consultado las páginas web de diversas organizaciones relacionadas con los términos previstos en esta revisión, como son la web de la Organización Mundial de la Salud o la página web de la Sociedad Española de Oncología Médica.

La búsqueda bibliográfica se ha llevado a cabo combinando los Descriptores de Ciencias de la Salud (DeCS) y los Medical Subject Headings (MeSH) a través de los operadores booleanos AND, OR y NOT. Las palabras utilizadas para la búsqueda empleando la terminología DeCS  fueron: neoplasias, dieta, alimentos. Los términos MeSH utilizados fueron: neoplasms, diet, food.

Los criterios de inclusión aplicados han sido los siguientes: documentos con acceso a texto completo, en español, inglés y francés, con una antigüedad máxima de 15 años. Este último requisito ha sido eliminado en aquellos documentos que contenían información relevante para la realización de este trabajo, siempre que dicha información no se hubiese quedado obsoleta por los avances científico-técnicos. Así, se han empleado 5 referencias con una antigüedad superior a la anteriormente indicada.

Tras la lectura de los resúmenes o los textos completos que cumplían a los criterios de inclusión fueron descartados aquellos documentos que se encontraban duplicados.

Se obtuvieron, finalmente, un total de 119 referencias, de las que se han empleado 17 para la redacción de este documento.

RESULTADOS

A pesar de que es complicado establecer una relación directa entre la dieta y el desarrollo de una enfermedad tumoral debido a que no es el único factor que puede influir en la oncogénesis (4)   (  existen otros factores genéticos, de estilo de vida y ambientales que se interrelacionan para dar lugar al cáncer) (4) .

A pesar de las dificultades para establecer relaciones causales directas entre los alimentos y la oncogénesis, la evidencia científica parece respaldar que determinados hábitos dietéticos guardan una relación directa con la probabilidad de desarrollar una enfermedad tumoral, existiendo determinadas pautas o alimentos que ejercen un papel protector y otros que fomentan la carcinogénesis.

Así, parece innegable la necesidad de continuar avanzando en el entendimiento de aquellos patrones alimentarios que pueden disminuir la posibilidad de desarrollar la enfermedad cancerosa, con el objetivo de instaurar una serie de cambios en los hábitos alimenticios y así contribuir a la disminución de la incidencia de esta patología con tan importante incidencia en la sociedad actual.

De esta manera, existe un amplio número de estudios que avalan que una dieta rica en lípidos aumenta la propensión a padecer una neoplasia maligna, principalmente de colon y recto, mama, próstata y ovarios. (6)

Sin embargo, la evidencia también parece señalar que no es tan importante la cantidad de las grasas ingeridas en la dieta como la calidad de las mismas.

Diversos estudios ponen de manifiesto que existe una menor incidencia de neoplasias malignas en los países mediterráneos que en Estados Unidos u otros países del norte de Europa, a pesar de que la ingesta de lípidos en los países de la zona mediterránea es, en general, superior.

Esto puede explicarse ya que en la zona norte europea y en Estados Unidos la grasa más empleada es poliinsaturada (serie n-6), frente al aceite de oliva con el ácido oleico predominante en los países mediterráneos. (6)

Parece importante reseñar que los lípidos también pueden ejercer un papel protector frente al desarrollo de neoplasias malignas, coincidiendo todos los autores en que reducir la ingesta de los ácidos grasos poliinsaturados de la serie n-6 y aumentar la proporción de los de la serie n-3 (6) contribuye a la protección frente al desarrollo del cáncer.

El excesivo consumo de las carnes denominadas como carnes procesadas (según el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer “carne que ha sido transformada por la salazón, el endurecimiento, la fermentación, el ahumado, u otros procesos para realzar su sabor o mejorar su conservación”) y las carnes rojas son causa probable de cáncer colorrectal, de esófago, endometrio, páncreas, cáncer gástrico y de pulmón. (7,8)

Sin embargo, la relación entre el consumo de carne roja y la oncogénesis es polémica, ya que algunos estudios han generado resultados contradictorios (9).

La sal también influye negativamente en el riesgo de carcinogénesis (10), coincidiendo la literatura científica en que un elevado consumo en esta sustancia eleva el riesgo de desarrollar un cáncer gástrico.

Se desconoce el mecanismo exacto a través del cual el consumo de alcohol incrementa el riesgo de desarrollar un cáncer, sin embargo; la literatura científica coincide en que el consumo de alcohol aumenta el riesgo de padecer cáncer de la cavidad oral, esófago, faringe, laringe, hígado, mama, colon y recto( 11, 12).

La evidencia demuestra también que el alcohol no solo aumenta el riesgo de oncogénesis, sino que también incrementa la mortalidad por cáncer, estando directamente relacionada esta mortalidad con el volumen promedio de consumo (12) .

El riesgo está asociado al consumo de alcohol en sí mismo, y no a una bebida alcohólica en concreto (11).

Los estudios sugieren que el aumento del riesgo en las neoplasias colorrectales y de mama relacionadas con el consumo de alcohol se produce unido a la baja ingesta de folatos (11) .

La literatura científica señala también hacia un incremento del riesgo relacionado con la desnutrición asociada al alcoholismo (13).

Es importante tener en cuenta el sesgo de confusión que puede producir el tabaco en todos los estudios que tratan de objetivar los efectos del alcohol en el riesgo de oncogénesis.

Además del riesgo de los productos anteriormente señalados, cabe destacar el especial poder carcinógeno de dos compuestos que están presentes en nuestro medio: nitrosaminas y aflatoxinas.

Las nitrosaminas provienen de una reacción de los nitratos presentes en multitud de alimentos (por ejemplo: algunas carnes, pescados, refrescos, alimentos salados, vegetales, etc.)

Estos nitratos se ven reducidos fácilmente a nitritos por una reacción de oxidación. Estos nitritos interactúan con un componente habitual de la dieta, las aminas y amidas, dando lugar a nitrosaminas y nitrosamidas (5,13).

Diversos estudios parecen indicar que el efecto nocivo de las aminas puede contrarrestarse ingiriendo cantidades adecuadas de vegetales y verduras frescas (debido a su elevado contenido en vitamina C), además de empleando métodos de cocina que reduzcan la formación de estas sustancias como el vapor, la plancha o la cocción a fuego lento (5,13).

Las nitrosaminas están presentes (además de en el tabaco y su humo) en algunos quesos, jamones o salchichones, algunas verduras, harinas de trigo y bebidas alcohólicas (13), por eso las recomendaciones indican limitar el consumo de carnes rojas o procesadas y evitar el consumo de alcohol.

Las nitrosaminas parecen aumentar el riesgo de los cánceres gástrico y esofágico, sin conocerse exactamente su mecanismo de acción.

Las aflatoxinas son micotoxinas con un elevado poder carcinógeno, guardando relación fundamentalmente con el cáncer de hígado.

Dichas toxinas pueden encontrarse en alimentos como el maíz, arroz, o frutos secos de cáscara dura como las nueces que no han sido correctamente manejados tras la cosecha, aunque también pueden llegar a los humanos tras el consumo de carnes o lácteos provenientes de animales que han ingerido alimentos contaminados.

Otros factores relacionados con la alimentación que favorecen la oncogénesis son la obesidad y el sobrepeso (7). Según la Organización Mundial de la Salud ambos se caracterizan por una acumulación excesiva de grasa que incrementa el riesgo de padecer determinadas enfermedades crónicas, entre ellas el cáncer.

En concreto, la obesidad está relacionada (además de con otras enfermedades) con un incremento del riesgo para padecer tumores de colon, mama, riñón, esófago y endometrio. El sobrepeso se asocia con las mismas neoplasias aunque su efecto sobre el riesgo es menor (14).

Existen, además, determinados grupos de alimentos que parecen poseer una función protectora frente a la oncogénesis.

Así, numerosos estudios epidemiológicos señalan un efecto protector en el consumo de vegetales y frutas ante las neoplasias, fundamentalmente frente a aquellas de recto, páncreas, colon, estómago y esófago (7). Son múltiples los estudios que sostienen también que frutas y verduras ejercen una labor de protección frente al cáncer de pulmón y el de cuello de útero. (15)

El papel protector que ejercen vegetales y frutas puede atribuirse a la presencia en su composición de múltiples agentes con potencial anticanceroso, cuyos mecanismos de acción son sinérgicos ( 7) entre los que se encuentran su elevado contenido en carotenos, fitoesteroles, fibra y Vitaminas C y E  (16).

La fibra presenta una débil asociación con el desarrollo del cáncer, sin embargo, sí es importante el consumo de alimentos vegetales con alto contenido en fibra puesto que contienen otros nutrientes que sí tienen efecto protector frente a la oncogénesis (5,10) . Además, a pesar de que la escasa relación que este componente tiene con la oncogénesis sí está demostrado que la ingesta de fibra insoluble, al acelerar el ritmo intestinal, evita disminuye el tiempo de contacto entre otros compuestos de los alimentos que sí son oncogénicos con el estómago y el intestino.

Se ha demostrado que una dieta rica en índoles (compuestos nitrogenados presentes en algunos vegetales como el brócoli, la col o la coliflor) contrarresta el efecto carcinógeno de las aminas de la carne.

En general, todos los alimentos con elevado contenido en vitaminas actúan como protectores (5), aunque se desaconseja el uso de suplementos vitamínicos sin prescripción ni supervisión médica por su estrecho margen terapéutico, pudiendo dar lugar a toxicidad .(5)

Otro grupo de alimentos que parece ostentar un efecto protector frente al desarrollo de tumores son los cereales, que han demostrado ser beneficiosos ante el riesgo de cáncer gástrico y colorrectal (7).

Es destacable también la función protectora que ejercen los denominados compuestos fitoquímicos (sustancias naturales presentes en las plantas cuyo cometido es protegerlas frente a agentes patógenos) (5), estos agentes bloquean la activación de los oncogenes. (10)

Podemos encontrar agentes fitoquímicos en frutas, cereales y verduras. Algunos alimentos ricos en estos compuestos son: cebolla, arándanos, zanahoria, tomate, té verde, soja, semillas de lino y calabaza, manzanas, pera, cítricos, apio, nabo, fresas, piña, uvas y frambuesas (5,10).

De este modo, y para los cánceres más frecuentes en la actualidad en nuestro medio, las evidencias indican lo siguiente:

El cáncer gástrico parece ver aumentado su riesgo con un elevado consumo de alimentos salados, carnes procesadas, zinc y la sal en sí misma (8, 13), así como una baja ingesta de yodo (13).

Aparentemente, un elevado consumo en frutas y vegetales (fundamentalmente debido a su elevado contenido en vitamina C) (8) protege frente al riesgo de desarrollar una neoplasia gástrica.

Algunos estudios han encontrado también descensos en el riesgo con el consumo de micronutrientes y antioxidantes (8,11).

Sin embargo, ha de tenerse en cuenta el efecto del Helicobacter Pylori en el cáncer gástrico, debido a que esta bacteria en sí misma ya es una causa generadora de cáncer gástrico, pero, además, su influencia en la carcinogénesis puede verse afectada por la dieta. (11,17)

La incidencia del cáncer colorrectal es hasta 10 veces superior en los países desarrollados que en aquellos en desarrollo, estimándose que el 80% de esta diferencia es atribuible a la dieta (8,11).

Los factores que provocan un aumento del riesgo en este tipo de tumor son: obesidad (8), alcohol (11), y las carnes procesadas y saladas (11). Un elevado consumo de carne roja además de provocar un incremento del riesgo produce también un aumento de la tasa de mortalidad por cáncer colorrectal.

Las evidencias indican que es probable que el riesgo de neoplasia colorrectal disminuya con un elevado consumo de frutas, vegetales y fibra (8), así como de suplementos vitamínicos y un elevado aporte de calcio (11).

De esta forma, algunos estudios señalan que una dieta rica en grasas y pobre en frutas y verduras aumentaría el riesgo, así como una rica en carne y alcohol.

Es probable que una dieta rica en algodón y fibra desempeñe un papel protector frente a este cáncer (11) .

Es indudable que el riesgo de oncogénesis hepática se ve incrementado con el consumo de alcohol, y son diversos los estudios que apuntan hacia un efecto protector del consumo de café frente a esta neoplasia.

El cáncer de páncreas guarda relación con un elevado consumo en carnes y escaso en vegetales (11), así como con el sobrepeso y obesidad.

Las neoplasias en boca, faringe y esófago son atribuibles en hasta un 60% (11) a una dieta con escaso contenido en frutas, verduras y productos animales (debido al déficit de micronutrientes que generan este tipo de patrones alimentarios).

Es probable que una dieta con escaso contenido en riboflavinas, vitamina C, folatos y zinc también genere un impacto negativo en la probabilidad de desarrollar tumores en la cavidad oral, faringe y esófago.

El cáncer de esófago se asocia también a una escasa ingesta de alimentos que contengan zinc (13) .

El alcohol, el sobrepeso y la obesidad también favorecen los tumores en dichas zonas, así como el consumo de alimentos y bebidas a temperaturas elevadas.

En relación a la neoplasia pulmón, que ha demostrado ser el tumor con la tasa de mortalidad más elevada en varones en los países desarrollados, el vínculo entre la dieta y la génesis del cáncer es poco claro y difícil de establecer, fundamentalmente por el efecto confusor del tabaco, sin embargo, es probable que un elevado consumo en verduras haga descender el riesgo (15), así como algunos estudios parecen coincidir en que los carotenoides tienen un efecto protector (11).

La evidencia coincide también en que una escasa ingesta de zinc (presente entre otros alimentos en chocolate negro, huevos, arroz integral, carne de cerdo, etc.) incrementa el riesgo de neoplasia pulmonar (13) .

El riesgo de padecer cáncer de mama (primera causa de muerte en mujeres en los países desarrollados) guarda una relación directa con la actividad hormonal, que puede verse influenciada por los hábitos alimenticios, al incidir éstos en los niveles hormonales.

Así, la evidencia científica respalda que la obesidad incrementa el riesgo de desarrollar una tumoración de mama en mujeres postmenopaúsicas por aumentar los niveles de estradiol, sin embargo, no parece existir esta relación en mujeres premenopaúsicas (11) .

El alcohol se erige como el principal factor de riesgo relacionado con la dieta en el desarrollo del cáncer de mama.

Además, es probable que una dieta rica en vegetales se asocie con un descenso del riesgo, así como una elevada ingesta calórica se relacione con un incremento del mismo.

Un elevado consumo de zinc y una escasa ingesta de yodo (presente en pescados y mariscos, frutas y vegetales, lácteos o alimentos que contienen cereales, entre otros) eleva el riesgo de neoplasia de mama. (13)

El cáncer de endometrio triplica su incidencia en mujeres obesas, probablemente por el efecto que desempeña la obesidad en los niveles de estradiol. Aparentemente, una dieta rica en frutas y verduras puede proteger contra el desarrollo de esta neoplasia.

La relación entre el cáncer de cérvix y la dieta es poco clara (11), aunque la vitamina C parece ejercer un efecto protector. (17)

En cuanto al cáncer de ovario, parece que un consumo elevado de grasas y productos lácteos acrecienta el riesgo, mientras que una dieta rica en verduras lo reduce.

El cáncer de próstata se relaciona con un elevado consumo de grasas, carne y lácteos, aunque la evidencia no es concluyente.

Algunos estudios señalan que la vitamina E y el selenio protegen frente a él, aunque los resultados no son definitivos.

Sí parece probable el papel protector del licopeno (caroteno que se encuentra en verduras rojas) frente a los cánceres de próstata.

Al igual que en otros cánceres dependientes de hormonas, en el de próstata la dieta afecta al riesgo de desarrollarlo fundamentalmente a través de cambios en los niveles hormonales.

El riesgo de desarrollar un cáncer vesical parece disminuir con el consumo de frutas y verduras, mientras que el cáncer renal se ve aumentado con la obesidad y una elevada ingesta de carne y lácteos, y desciende con el consumo de verduras.

CONCLUSIONES

A pesar de que la relación entre la dieta y el cáncer lleva décadas siendo estudiada, la evidencia científica existente es escasa y sólo apoya las relaciones causales con unos pocos factores alimentarios.

Estos hechos pueden explicarse por la dificultad en la medición de los hábitos alimentarios que provocan cáncer: la alimentación relacionada con la génesis de esta enfermedad es muchos años anterior a la aparición de la misma, por lo que los estudios al respecto tienen el inconveniente de poseer, en su mayor parte, limitaciones en cuestiones de metodología, por la presencia de sesgos, escaso poder estadístico o errores de medición en los cuestionarios empleados.

Además, la mayoría de las investigaciones parecen orientadas al hallazgo de relaciones directas entre determinados alimentos y el desarrollo de un cáncer, cuando actualmente se considera que se trata de un proceso más complejo en el que interactúan otros factores como la genética u otros hábitos de vida diferentes a los patrones alimenticios. (3)

Sin embargo, y aunque es difícil establecer de manera precisa qué efecto tiene la dieta en la causa y desarrollo de la enfermedad tumoral dada su interrelación con factores ambientales, genéticos y de estilo de vida, sí es posible afirmar que una dieta equilibrada genera un impacto positivo en la probabilidad de desarrollar un tumor.

En los hábitos nutricionales se encuentran sustancias que pueden provocar o bloquear la carcinogénesis, de esta manera, la literatura científica parece coincidir en que los alimentos vegetales contienen determinados compuestos que ejercen un papel protector en la oncogénesis ( isoflavonas, folatos, licopeno, entre otros), mientras que las carnes rojas, el alcohol, la sal, los alimentos procesados, los embutidos y curados y las bebidas azucaradas pueden favorecer el desarrollo del cáncer.

Así, a la luz de los resultados obtenidos en esta revisión bibliográfica, parece lógico concluir que no existe una dieta que vaya a impedir la oncogénesis, dado que se trata de una enfermedad en cuyo desarrollo interfieren múltiples factores. Sin embargo, y dada la evidencia disponible, sí cabe tener en cuenta una serie de preceptos alimentarios que pueden contribuir a hacer descender el riesgo de desarrollar la enfermedad tumoral y mejorar  salud en general.

De este modo, es necesario incidir en la importancia de aumentar el consumo de alimentos ricos en fibra, disminuir el consumo de grasas minerales, fomentar la ingesta de frutas y verduras frescas ( por su contenido en vitaminas A y C), cocinar evitando reutilizar aceite y freír a altas temperaturas, así como evitar alcohol, alimentos ahumados, adobados o en salazón. Cabe resaltar también la importancia de mantener un IMC normal, evitando el sobrepeso y obesidad y la importancia del ejercicio físico.

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