En este orden de ideas, el rol asignado a los promotores sociales será el de dirección política y la formación y constitución de cuadros dirigenciales y/o agitación. Para ello, el promotor parte de las necesidades más apremiantes por la comunidad, para así organizarlo y gestar el poder popular para articularlo con los tres niveles del poder público (nacional, estadal y municipal).
Cabe destacar que cualquiera de los enfoques que se asuma estarán presentes tres actores fundamentales: el Estado con su poder político, la comunidad con su poder social y la iniciativa privada con su poder económico. La referencia obedece a que dependiendo del grado o nivel de preponderancia que se otorgue a los factores de la ecuación Estado, comunidad e iniciativa privada, derivará el tipo de hombre o ciudadano deseado, la sociedad y régimen económico ideado. Y por ende, una acción promotora de la calidad de vida que responda a lo pretendido.
La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2006), propuso al foro mundial que la promoción de la calidad de vida podría ser definida como “el esfuerzo colectivo que busca la preservación y desarrollo de la autonomía de individuos y colectividades para hacer efectivos los derechos sociales”.
La tesis aportada por la OMS se inscribe en el enfoque que concibe a la promoción de la calidad de vida como un conjunto de relaciones y procesos. Que propugnan principios y valores como la responsabilidad social, la corresponsabilidad, el compromiso, la autonomía, la libertad, la democracia, la participación, la cooperación, la solidaridad y la dignidad humana. En este sentido Cortina ( 1.997) afirma que: “Si queremos superar las crisis y contradicciones en las sociedades…, si pretendemos asegurar una democracia sostenible, además de diseñar modelos racionales de justicia, es preciso reforzar en los individuos su sentido de pertenencia a una comunidad.”
Desde esta perspectiva, se puede considerar a la acción promotora de la calidad de vida como el canal ductor de acciones que busca dar respuestas o combatir aquellos bemoles que impiden la concreción de algunas condiciones o derechos sociales básicos, para alcanzar la calidad de vida, entre los que se cuenta: alimento, vestido, vivienda, paz, salud, educación, trabajo, salario suficiente que permita vivir con dignidad y satisfacer las necesidades básicas materiales, sociales e intelectuales del trabajador y su familia, seguridad personal, patrimonial y jurídica.
Por consiguiente, la definición aportada por la OMS puede considerarse vanguardista, humanista y en grado sumo ética. Motivado a que el enfoque planteado tiene como epicentro al ser humano, con sus cargas subjetivas, saberes, sentimientos, cultura, necesidades y valores. Un ser al que hay que respetar y considerar al momento de diseñar, planear, ejecutar, controlar y evaluar las acciones que contengan una acción promotora de la calidad de vida.
A Propósito de la Participación Social
La promoción de la calidad de vida como proceso intencionado, indefectiblemente tiene repercusiones directas en el orden social y político de cualquier nación. En este sentido la visión de la promoción de la calidad de vida propuesta por la Organización Mundial de la Salud promueve la democracia como régimen político, el diálogo de saberes, el protagonismo de la comunidad, mayor empoderamiento comunal, construcción de ciudadanía, capital social y humano, satisfacción de necesidades vitales, el reconocimiento de interlocutores, la autoestima, la corresponsabilidad, la autonomía y la solidaridad.
Otro aspecto que destaca de la acción promotora de la calidad de vida centrada en el ser humano y las comunidades, es el empoderamiento. Categoría social la cual ha sido definida de múltiples formas. Para (Fischer, 1992) el empoderamiento consiste en “el ejercicio de una fuerza que se impone a los otros en términos de dependencia y presión…el poder consiste en la capacidad de un individuo de orientar la acción de los otros”. Por supuesto, esta es una definición ortodoxa, que reproduce el tradicional esquema de dominación socio-política.
Según (Reinoso y Bastardo, 2008, p. 77), “El empoderamiento es un proceso intencional y permanente centrado en la comunidad local, que involucra respeto mutuo, reflexión crítica, interés y participación grupal…”
En este mismo esfuerzo (Escudero, citado por Malagón y otros, 2011, p.94) aduce que “El empoderamiento consiste en que las personas en forma autónoma y libre, basándose en la adecuada información, la participación responsable, la inclusión y el desarrollo de las capacidades apropiadas, tomen decisiones y controlen sus vidas. Lo opuesto de empoderamiento, es la marginalización, condición que se asocia con pobreza y enfermedad…”
En síntesis, el empoderamiento debe concebirse como el proceso de formación de la conciencia de los grupos humanos acerca de sus derechos, deberes, responsabilidades sociales, talentos, capacidad de generar ideas, propuestas y acciones. En fin, la constitución de un ser, de un conglomerado social más autárquico, independiente, crítico y propositivo. Concienciación que permitirá a las comunidades emplear el poder como instrumento para desplazar “el centro de gravedad de las relaciones sociales desde el exterior de la comunidad hacia el interior, de manera que las comunidades organizadas ejerzan poder…para lograr las transformaciones deseadas de su entorno y en sus relaciones internas y externas” (Montero, 2005). Proceso que redundará en la intención del alcance de la calidad de vida y la necesaria adhesión de los individuos en sus comunidades para que puedan responder conjuntamente a los retos que a todos se plantean
Otra de las implicaciones del esfuerzo colectivo del modelo de promoción de calidad de vida propuesto por la OMS, es la vinculación racional y sistemática de tres sectores fundamentales mencionados supra: Estado, Comunidad e Iniciativa Privada. Quienes tienen la responsabilidad, en un marco sinérgico, de diseñar, planear, ejecutar, controlar y evaluar las acciones promocionales de calidad de vida. En este mismo sentido de razonamiento, ya la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud se habían pronunciado al concebir que la “La calidad de vida es un compromiso interinstitucional que relaciona tres entes: el Estado, los proveedores y los usuarios.”. (Higuera y Espinel, 2.001). Empero, para que se operacionalice efectivamente tal relación es menester que los actores antes señalados de manera sincera modifiquen sus ejecutorias y su cultura organizacional. Debido a que esta relación tripartita demanda de un ambiente de reconocimiento, distención, diálogo, donde cada sector se mire como igual.
Ahora bien, sería pertinente el cuestionamiento ¿ por qué la participación de estos tres actores?. La respuesta sería que es