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Programa de reformas de salud científica e higienista desarrollada en los inicios del siglo XIX por el Obispo Díaz de Espada

financieros; sin embargo, de forma decidida cubrió con sus recursos el financiamiento del Cementerio universal de La Habana. Este proyecto fue presentado ante la sociedad habanera mediante su intervención en la Sociedad Económica Amigos del País, como parte de su ingreso a dicha institución, con fecha 13 de enero de 1803, programa reafirmado posteriormente el 27 del propio mes en curso al asumir la dirección de tan prestigiosa institución económica.

La construcción del cementerio no sólo constituyó un reto y un desafío al clero regular y secular y a la burguesía criolla, sino también en el orden constructivo, pues significaba desviar fuentes hidrológicas, afectar viviendas y la construcción de puentes y caminos para el consabido traslado de los cadáveres; no obstante, significaba un importante paso en la higienización y conservación de la salud pública de la población y, sobre todas las cosas, un beneficio social para las clases de menos recursos que no podían costear los pagos de los enterramientos dentro de las iglesias. Se daba así el primer paso en la reforma de salud protagonizada por un obispo que se convertiría en uno de los representantes de la iglesia más criticados e incluso acusado de irreligioso e impío por parte de la feligresía de la época.

Dentro de su amplio plan de reformas, incluyó también variadas obras de atención social a mujeres desamparadas, huérfanos, presos por distintas causas. Uno de los más importantes lo fue, sin lugar a dudas, su programa de salud y la preocupación por los enfermos. Ejemplo de ello se puede encontrar en la revisión de materiales de Fernando Ortiz como La hija cubana del Iluminismo con fecha de 1943 y los Acuerdos de la Sociedad Patriótica de La Habana en los que se recoge el accionar del patriarca por solucionar un problema, que ya para la época constituía un lamentable espectáculo y que tristemente trascendería con posterioridad a la república neocolonial: el de la atención a los dementes que deambulaban por las calles sin atención médica, comida ni un lugar donde ser alojados o atendidos.

Su fuerte posición en defensa de esta parte de la población carente de atención y preocupación social por parte de los funcionarios y gobierno en general, no contó con el apoyo y respaldo del Capitán General de la Isla, en aquel entonces el general Dionisio Vives; a pesar de ello, ante su insistente solicitud fue escuchado y respetada su idea de hacer construir una casa para la atención a los dementes de la ciudad de San Cristóbal de La Habana, la que logró edificar en las cercanías del hospital de San Lázaro y el recién estrenado cementerio.

Otro aspecto significativo que resalta la personalidad del obispo Espada en su preocupación por el mejoramiento de la salud de la sociedad sin distinciones de rango y posición, está dado en que los gastos para muchas de estas obras proceden de su propio peculio personal y no de la contribución de las clases adineradas que no comprenden o pretenden no comprender el alcance de la obra socio-higienista de tan prestigiosa figura de la sociedad criolla de la época, máxime cuando gran parte del clero está sumido en la corrupción y en la búsqueda de dinero fácil, sin interesarle en realidad la situación social de las amplias masas y diferentes capas de la sociedad criolla; por el contrario, su mayor preocupación se centra en incrementar sus ganancias y no en los problemas socio humanitarios de su territorio.

La paciente labor social en servicio de la salud pública cubana y en particular de la sociedad habanera desarrollada por Espada, permitió dar un tratamiento adecuado y diferenciado a los enfermos mentales, tanto a hombres como a mujeres; por disposición transitoria logró la ubicación de los hombres en salas apartes a la de los leprosos en el entonces hospital de San Lázaro. Uno de los méritos más relevantes lo constituyó el lograr un tratamiento más humanizado y paciente que eliminaba así los maltratos físicos y vejaciones a los que se encontraban sometidos estos enfermos, lo que daba inicios o sentaba las bases, como lo declara el Dr. Torres Cuevas en su libro en Busca de la Cubanidad, a un nuevo tratamiento moral a los enfermos mentales.

Dentro de la meritoria labor de Espada a favor de la salud pública y la atención a los enfermos por problemas psíquicos, estuvo la preocupación por la atención a las mujeres que, sin bien es cierto no deambulaban por las calles, no recibían un tratamiento diferente al de los hombres, a pesar de contar con presupuestos para ello. No obstante la resistencia que hubo de enfrentar Espada, logró que fueran recogidas y atendidas en diferentes centros hospitalarios como el del hospital de Paula y posteriormente en la Casa de Beneficencia, hasta que el 1ro de septiembre de 1827 abría sus puertas el denominado hospicio de San Dionisio, nombre que se daba en memoria del Capitán General don Dionisio Vives.

Es significativo destacar que todas estas obras desarrolladas por el obispo Espada están marcadas por el sentimiento humanitario y solidario del verdadero cristianismo y la marcada devoción a la fe católica y a Dios, despojado de todo el interés mezquino, corrupto y deshumanizado que encontró en buena parte del clero católico, en lo fundamental de origen español a su llegada a Cuba. Para su misión evangelizadora no había nada más importante que, como él mismo expresara en tarja existente a la entrada del fundado Asilo de San Dionisio: “A la humanidad. Al juicio. Mente sana en cuerpo Sano”.

No es difícil comprender entonces que la labor de Espada produjo un vuelco en las concepciones acerca de la atención a los desposeídos, desclasados y enfermos. Se produce con su actuación una ruptura con las arcaicas y deshumanizadas formas de atención social y de prestación del servicio religioso más típico de la etapa medieval y de la Inquisición, que de la época moderna, transformada con la apertura del Iluminismo francés y los cambios originados en España con la aplicación de la política del Despotismo Ilustrado a sus colonias de América y, en particular hacia Cuba.

De este modo, la obra de Espada adquiere mayor relevancia, si se tiene en cuenta la época histórica en que desarrolla su labor socio-higienista y de contribución a la preservación de la salud pública de la población, en la que, como se expresó con anterioridad, tuvo que enfrentar la reacción de un clero español reaccionario, afectado por su política reformista y de asistencia social y de beneficencia dirigida a la población más afectada por la insalubridad y el abandono de las instituciones de supuesta asistencia social , que sólo lucraban con el dinero asignado para el desarrollo de tales actividades; su actuación por supuesto contó con el respaldo de los sectores más populares que resultaron los más beneficiados.

Al hablar de su accionar no puede obviarse su actuación al frente de la Sociedad Económica Amigos del País, la que respaldó por mayoría. Pese a profundas discusiones y