(8).
El pie es una maravilla que consta de 29 articulaciones, 26 huesos y 42 músculos para realizar coordinada y armónicamente sus funciones básicas. La piel plantar posee un estrato córneo (queratinoso) que responde normalmente a las demandas de fuerza, estrés, marcha, peso corporal y ejercicio. La insuficiencia vascular periférica conduce a la necrosis y la amputación. Muchas lesiones del pie diabético se inician con síntomas de neuropatía y, si aumentan las parestesias y disminuye la sensación de dolor, los traumatismos subsecuentes y repetidos producen lesiones mayores que, asociadas a la insuficiencia vascular, impiden la cicatrización (9). Según las auditorías de Buitrago y Espinas la exploración del pie en los diabéticos es una de las actividades de peor cumplimiento en las visitas de control y una de las intervenciones educativas menos realizadas. Para facilitar el cumplimiento de dicha intervención se ha consensuado con el equipo de atención primaria que las diversas actividades efectuadas en este sentido queden registradas, de forma sencilla y específica, en la historia clínica informatizada de cada paciente, lo que permite una monitorización continua y, por tanto, conocer en cada caso cuáles son las acciones pendientes y la periodicidad adecuada (10).
El desarrollo de problemas del pie no es una consecuencia inevitable de tener diabetes. De hecho, la mayoría de las lesiones del pie se pueden prevenir. Sin embargo, las estadísticas recientes resultan, de algún modo, deprimentes: aproximadamente la cuarta parte del total de personas con diabetes en el mundo desarrollará en algún momento de su vida rozaduras o heridas (úlceras) en la piel de los pies (11).
El consenso del Internacional Working Group on Diabetic Foot, celebrado en el 2000 en Holanda define el pie diabético como la infección, ulceración o destrucción de tejidos profundos del pie asociadas con neuropatía o enfermedad arterial periférica en las extremidades inferiores de los pacientes con diabetes 12.
En el estudio The Seatle Diabetic Foot se observó que la úlcera del pie en pacientes con diabetes mellitus tipo 2 (DM2) resulta de múltiples mecanismos fisiopatológicos:
1. Disfunción neuropática sensitiva, motora y autonómica.
2. Macro y microangiopatía
3. Artropatía diabética con la consecuente limitación en la movilidad articular, deformidades, o pie de Charcot, con la aparición de sitios de presión anormal que, asociados con factores extrínsecos y visuales, inmunitarios o traumáticos, culminarán en la aparición de pie diabético complicado (13).
El tratamiento intensivo y adecuado en un primer nivel de atención se relaciona con el retardo en la aparición y progresión de las complicaciones crónicas de la enfermedad, por lo que parece razonable recomendar un control estricto de su tratamiento, en el que la conducta del paciente coincida con la prescripción médica en cuanto a tomar los medicamentos, seguir las dietas o transformar su estilo de vida, como un elemento importante de éxito para el mantenimiento de sus funciones y calidad de vida. Por otro lado, se calcula que los costos para atender las complicaciones de este padecimiento crónico representan entre 5% y 20% de los costos directos por atención médica en todo el mundo (14).
El riesgo de padecer una ulcera en el pie a lo largo de la vida de un diabético se estima entre el 15 y el 25%. En los países occidentales, la prevalencia de problemas severos en los pies de los diabéticos (generalmente ulceras) es de un 10%. Existe una fuerte relación entre la aparición de una ulcera y el riesgo de amputación, así el 85% de las amputaciones en diabéticos van precedidas por una ulcera, siendo este dato fundamental ya que si se consigue prevenir la aparición de la ulcera o si, una vez aparecida se logra su curación se podrían prevenir el 85% de las amputaciones en diabéticos. Sin embargo, habitualmente no es así (15).
He aquí la importancia de la participación del profesional de Enfermería en la salud comunitaria, hacia la prevención primaria para evitar llegar a complicaciones; haciendo énfasis en enseñar, educar, motivar niveles de responsabilidades de acuerdo a sus necesidades y capacidades funcionales en cada uno de los adultos mayores a través del autocuidado.El conocimiento del estilo de vida y su medición es una prioridad para los médicos que atienden a