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Nivel de conocimientos sobre salud sexual y reproductiva en las adolescentes del Consultorio Médico Yaguanabo Playa 2010

La forma de comunicamos y expresarnos a través del cuerpo, los sentimientos, las emociones, la necesidad de contacto físico, el cuidado, el respeto, la intimidad. (39)

Definir la sexualidad humana desde perspectiva científica, y describirla desde un punto de vista genético, hormonal, fisiológico, anatómico o legal es científicamente interesante, pero se considera insuficiente para entenderla en su totalidad si no se atiende a factores psicológicos, sociales, antropológico, culturales (entre los que están los morales y religiosos) y emocionales.

La sexualidad humana es heterogénea y compleja yendo mucho más allá de la mera reproducción y el coito. El comportamiento sexual humano se dirige a la satisfacción de pulsiones sexuales (libido), a la obtención de placer y a una necesidad de relación íntima. Se encuentra en la niñez y permanece hasta la edad adulta, constituyendo un ámbito fundamental de realización y satisfacción para las personas en el encuentro con otros y consigo mismo. (40)

Diferentes autores la definen como las “características biológicas, psicológicas y socioculturales que nos permiten comprender el mundo y vivirlo a través de nuestro ser como hombres y mujeres”

Es una necesidad humana, expresada a través del cuerpo como parte de la personalidad, que determina lo femenino y lo masculino, de la imagen y conciencia de cada ser humano, y también es parte de la identidad. (41)

Según la OMS (2001), la salud sexual es la integración en el ser humano de lo somático, lo emocional, lo intelectual y lo social de la conducta sexual para lograr un enriquecimiento positive de la sexualidad humana que facilite sus posibilidades de comunicación y de dar y recibir amor.

I.3 Encuentro del adolescente con su sexualidad.

Como hemos explicado en los acápites anteriores, para los mayores se hace muy difícil comprender el salto cualitativo que en todas las esferas de su existencia deben dar los y las adolescentes en tan breve espacio de tiempo, tradicionalmente les resulta mucho más difícil asimilar y propiciar las adquisiciones inherentes al área psicosexual de su personalidad. Son innumerables los mitos, tabúes, prejuicios y estereotipos sexuales que albergan y trasmiten a los adolescentes las personas que les rodean. Relacionamos algunos de los que se han detectado en diversos estudios: (32,42)

 Los adolescentes son niños con cuerpo e ínfulas de adulto.
 Son promiscuos sexuales.
 Los intercambios sexuales entre adolescentes son prematuros y afectan su desarrollo.
 Las relaciones coitales están bien para el varón pero no para la muchacha.
 Los juegos sexuales entre adolescentes de igual sexo expresan tendencias homosexuales permanentes e insuperables.
 Los adolescentes son incapaces de autorregular responsablemente su vida sexual.
 Los grupos de adolescentes solo sirven para despertar en ellos ideas y comportamientos conflictivos e inapropiados.
 Los padres deben controlar y dirigir rigurosamente las conductas sexuales de los adolescentes, especialmente las de las muchachas.

Estos son apenas unos pocos ejemplos de la inmensa lista de preconceptos erróneos que albergan los adultos con respecto a la sexualidad de los adolescentes, y sobre la base de los cuales suelen organizar sus influencias educativas. De esta forma se convierten aún sin proponérselo y a pesar de sus mejores intenciones, en la fuente de muchos de los conflictos y dificultades, de los trastornos que ellos pueden padecer en estas edades. (43)

En el II seminario colombiano “Sexualidad en la adolescencia”. Se evaluó con más objetividad la sexualidad de nuestros adolescentes, según cifras establecidas, aproximadamente el 25% de la población mundial y el 10% de la cubana se ubican en las edades enmarcadas en la adolescencia y han adquirido la capacidad reproductiva. Capacidad que suele ser mal manejada por muchos de ellos, en tanto por lo general, no se les ha preparado para ser capaces de hacer un adecuado ejercicio de sus nuevas potencialidades sexuales, sin correr riesgos innecesarios. (7)

La OMS y otros organismos internacionales brindan datos elocuentes sobre el crecimiento de los y las adolescentes en muchos países del mundo, y la presencia de trastornos como: los embarazos, la maternidad y paternidad temprana, la nupcialidad o las uniones consensuales sin la requerida madurez, los abortos, las relaciones cóitales prematuras, las infecciones de transmisión sexual y el síndrome de inmunodeficiencia adquirida(SIDA); sin que podamos olvidar las consecuencias más o menos graves que para ellos y ellas, su familia y su contexto social implican estos fenómenos negativos. (23)

La prevención y tratamiento de estos y otros trastornos sólo es posible a través de un efectivo proceso de educación y orientación que prepare a los y las adolescentes para gozar del derecho indiscutible de vivir y experimentar su sexualidad de manera plena y responsable, enriqueciendo así su personalidad y toda su existencia individual y social.

No olvidemos que la sexualidad, al igual que toda esfera de la personalidad, tiene un carácter individual, singular, indispensable de tomar en consideración a la hora de organizar su formación y desarrollo. (26)

Los adolescentes llegan a ser fértiles aproximadamente 6 ó 7 años antes de ser maduros emocionalmente y crecen en una cultura donde los compañeros, la televisión, el cine y la música transmiten mensajes manifiestos a propósito de las relaciones sexuales que son muy comunes y aceptados. Plantean algunos autores que la mayoría de las personas de todo el mundo tienen su primera experiencia sexual que puede tener repercusiones para toda la vida en su salud sexual y reproductiva antes de 20 años. (44)

Actualmente se reconoce que los problemas de salud sexual y reproductiva en adolescentes, se vinculan con la propensión a iniciarse cada vez más prematuramente en la vida sexual, la desprotección, la promiscuidad y la baja percepción de los riesgos que ello entraña. (45)

En Cuba como resultante del desarrollo social y las políticas de salud, los adolescentes disfrutan de derechos a educación sexual, planificación familiar y acceso universal a servicios, incluida asesoría, información y comunicación en reproducción humana y sexualidad. (26) Sin embargo es innegable que un número considerable de adolescentes carecen aún de comportamientos sexuales y reproductivos responsables, en lo que juega un papel importante la familia, el grupo de pares y la sociedad. (45,46) La insuficiente educación sexual y las influencias grupales, entre otros factores, se traducen en anticipación de la actividad sexual, lo que adicionado a la ignorancia, en materia de anticoncepción y medidas de prevención de enfermedades adquiridas por vía sexual, incrementa los riesgos. (26) La disminución en la edad de la menarquía y eyacularquía, se señalan también como propiciadores de la precocidad en la vida sexual. (47) Así el factor biológico anticipa el apetito sexual. (48)

La motivación por el otro sexo, se traduce en decisiones no siempre responsables, por inexperiencia y desinformación. (49) El despertar de la sexualidad arrastra a las relaciones íntimas, que en el caso de Cuba se estima el promedio por debajo de los 18 años. (50)

Las conductas irresponsables ante la sexualidad por los pares, es probablemente el principal factor de riesgo de iniciación entre adolescentes.

La educación sexual debe brindar a la adolescencia herramientas útiles para autoevaluar riesgos, que enfaticen el aplazamiento de la vida sexual. (51)

I.4. Embarazo.

Se denomina gestación, embarazo o gravidez (del latín gravitas) al período que transcurre entre la implantación en el útero del óvulo fecundado y el momento del parto. Comprende todos los procesos fisiológicos de crecimiento y desarrollo del feto en el interior del útero materno, así como los significativos cambios fisiológicos, metabólicos e incluso morfológicos que se producen en la mujer encaminados a proteger, nutrir y permitir el desarrollo del feto, como la interrupción de los ciclos menstruales, o el aumento del tamaño de las mamas para preparar la lactancia. (52)

I.4.1 Embarazo en la adolescencia.

Se define como embarazo en la adolescencia aquella gestación que tiene lugar durante la etapa de la adolescencia, o lo que es igual, en mujeres menores de 20 años con independencia de la edad ginecológica. El embarazo irrumpe en la vida de las adolescentes en momentos en que todavía no alcanzan la madurez física y mental, a veces en circunstancias adversas como son las carencias nutricionales u otras enfermedades y en un medio familiar generalmente poco receptivo para aceptarlo y protegerlo. (53)

El embarazo adolescente corresponde en la actualidad a uno de los seis criterios (dimensión sociodemográfica) que integran el Índice de Prioridad Social, índice que permite la focalización prioritaria de recursos en los diferentes territorios. De todo lo anteriormente expuesto se desprende la interrelación del embarazo en la adolescencia con otras problemáticas de orden sociocultural y en este sentido su enfrentamiento constituye un factor sinérgico que potencia la resolución de diversos problemas y fenómenos presentes en la sociedad actual.

Dentro de los factores de riesgo descritos del embarazo en la adolescencia se encuentran los biológicos: aumento de la morbimortalidad materno-perinatal. Médicos del embarazo: trastornos digestivos, metrorragias, abortos espontáneos, anemia, infecciones urinarias, amenaza de parto pretérmino, hipertensión arterial gravídica, parto pretérmino y bajo peso al nacer, presentaciones fetales distócicas, desproporciones céfalo pélvicas, trabajo de parto prolongado. Psicosociales: ambivalencia afectiva por el neonato, atención prenatal deficiente, abandono escolar, situación económica desfavorable, estado de soledad, sobrecarga familiar, limitación de la oportunidad educacional, se compromete la posibilidad de autosuficiencia económica, desarrollo cultural frustrado de la pareja, comenzar a trabajar sin la debida preparación cultural, interrupción de los estudios y de la preparación técnica y profesional, ir al matrimonio sin una debida madurez condenado muchas veces al fracaso, vivir en condiciones de franca promiscuidad y hacinamiento, sentimiento de frustración por no poder realizar tareas propias de su edad. Para la familia: se altera la dinámica familiar, búsqueda indirecta de soluciones, falta de preparación para asumir la nueva situación, situaciones económicas desfavorables, actitud de rechazo a la adolescente, su pareja y al embarazo. Para el hijo: aumenta la morbilidad neonatal, inadecuado desarrollo psicosocial, insuficiente aprovechamiento escolar, mayor número de accidentes en el hogar, malnutrición, maltrato, paternidad inadecuada, mortalidad incrementada, para el recién nacido: alto índice de bajo peso al nacer. (54, 55)

Los riesgos del embarazo en la adolescencia se incrementan en los países en vías de desarrollo. En reciente publicación se señala que entre el 20% y el 46% de las mujeres, en la mayoría de un grupo seleccionado de países en vías de desarrollo, tienen su primer hijo antes de los 18 años de edad y al llegar a los 20 años ya del 30% al 67% ha tenido su primer parto. (43)

Con respecto a las enfermedades relacionadas con el embarazo, las adolescentes sufren más complicaciones que la mujer adulta, tales como: toxemia, eclampsia, anemia, partos pretérminos, recién nacidos de bajo peso, traumas obstétricos, riesgo elevado de muerte en el transcurso del primer año de vida, imposibilidad para continuar los estudios, riesgo nutricional, pues se añaden a las necesidades normales de su crecimiento, las del feto que engendra.

Las adolescentes tienen el doble de probabilidad de morir en relación con el parto. Los niños nacidos de mujeres menores de 20 años tienen 1½ más riesgo de morir antes de su primer año de vida que los niños nacidos de madres con edades entre 20 a 29 años. La inmadurez física coloca a la madre adolescente en mayor riesgo para la morbilidad y la mortalidad. (56)

Las afecciones maternas, perinatales y del recién nacido, son más frecuentes en las mujeres menores de 20 años y sobre todo, en los grupos de edades más cercanos a la menarquía (menor de 15 años). Se ha descrito un mecanismo común que podría explicar diversas afecciones propias del embarazo que muestran mayor frecuencia en adolescentes, se trata de una falla en los mecanismos fisiológicos de adaptación circulatoria al embarazo, síndrome de mala adaptación circulatoria, cuyas diversas manifestaciones clínicas pueden presentarse por separado o asociadas entre sí al nivel materno y/o fetal. Los efectos psicológicos y sociales del embarazo temprano son de larga duración, tanto para la mujer como para sus hijos.

El ciclo también se repite de otra manera: las hijas de madres adolescentes con toda probabilidad se convertirán en madres adolescentes ellas mismas, y así la privación continúa. Por otra parte, es probable que los hijos de madres muy jóvenes se críen peor nutridos y con menos cuidados que los de las mujeres más maduras. Esto es particularmente cierto si la familia de una niña escolar embarazada se niega a prestarle su apoyo económico o emocional. (57)

Desde el punto de vista médico el embarazo en la adolescencia se comporta con mayores riesgos de complicaciones para la salud materna y de su producto y son canteras de las complicaciones de la clínica obstétrica tales como: anemia, gestosis, incompetencia cervical y predisposición al parto distócico, factores estos que contribuyen a aumentar la mortalidad materno-infantil, o a dejar secuelas en la salud del niño para toda la vida como son el retraso mental y el desarrollo deficiente, secuelas de la prematuridad. (58)

En los Estados Unidos de Norteamérica esto ocurre en el 8% de la población adolescente. Se considera que el embarazo en edades tempranas e incluso aquel que es deseado lleva implícito un incremento en los riesgos tanto para la madre, para el feto y el futuro recién nacido, aceptándose que la mortalidad infantil en hijos de madres adolescentes puede llegar a resultar hasta 30 veces más elevada que en hijos de madres adultas (OMS). (57,59,60)

En estudios realizados aparecen porcentajes de mujeres de 25 a 29 años de edad que parieron antes de los 20 años en países Latinoamericanos. Bolivia con un 39%, Brasil con 35%, Colombia con 32%, República Dominicana con un 38%, Guatemala con 49%, Haití con 36%, Paraguay con 36% y Perú con 33%. (61)

Más del 10% de los nacimientos que se registran anualmente en el mundo se producen en madres adolescentes. Cada año nacen 15 millones de niños de madres adolescentes. Cada día 41095, cada hora 1712. En América Latina los países con mayor tasa de maternidad en adolescentes se encuentran en las regiones de: Nicaragua, Guatemala, Honduras, El Salvador, Venezuela, representando entre un 15 – 25% de las adolescentes. (62)

Cuba presenta similar problemática con la diferencia de que en nuestro país esto ha reducido las complicaciones inmediatas de este proceder como: perforaciones uterinas, laceraciones del cuello, hemorragias e infecciones, no así las secuelas a mediano o largo plazo entre las que se destacan mayor riesgo de embarazo ectópico, infertilidad e inflamación pélvica crónica; incrementándose lo anterior señalado en embarazos tempranos donde el útero no tiene la capacidad fisiológica para albergar un embarazo. (53, 63)

En la actualidad y a escala mundial, el embarazo ocurre a edades más tempranas que en el pasado, como lo demuestran numerosos trabajos científicos desde hace décadas y Cuba no se escapa de esta realidad. (56, 62)

Desde el punto de vista social, esta situación conlleva a problemas familiares que pueden ser tan dañinos como las mismas complicaciones médicas, algunas de las salidas que la joven puede tomar y que de por sí repercuten en la sociedad son: la deserción escolar, el verse como madres solteras que tienen que responder solas ante la nueva problemática, recurrir al matrimonio con el fin de reparar un bien, que luego traerá irreparablemente un divorcio; o interrumpir el embarazo sin conocer sus riesgos clínicos. (37)

Antes de la creación de los consultorios del médico de la familia la aparición de embarazos en edades tempranas era frecuente, difícil de prevenir y controlar debido a la incompleta estructuración del Sistema Nacional de Salud. Ahora gracias al arduo trabajo de médicos y enfermeras, así como a la creación de las consultas de planificación familiar, donde se actúa directamente sobre el riesgo reproductivo preconcepcional hemos logrado minimizar la aparición de embarazos en las adolescentes. Otros autores plantean que nuestro país se encuentra entre las naciones con índice elevado (17%) de embarazos en adolescentes, se registra que en el año 2000 en nuestro país hubo un total de nacimientos de 143528 de éstos 18325 en las edades comprendidas entre 15 – 19 años y 510 nacimientos en menores de 15 años.

El médico de la familia está en una situación privilegiada para indicar al adolescente la normalidad de las sensaciones de actividades sexuales en esta etapa de la vida y en años posteriores y de esta forma contribuir a la formación de los hombres del mañana. (19, 64)

Según estudios realizados en EEUU, todos los años se dan más de un millón de embarazos de muchachas adolescentes, lo que supone una frecuencia de un embarazo cada 35 segundos, siendo la mayor parte de estos embarazos, ni buscados, ni deseados, por lo que es frecuente que creen considerable angustia, graves repercusiones económicas e incluso peligro para la salud, teniendo en cuenta que un gran número de estos embarazos ocurren en muchachas menores de 15 años. En muchos países desarrollados y también en el resto del mundo, incluida Cuba, la tasa de embarazos en la adolescencia es bastante más alta de lo deseable. Los embarazos en edades muy jóvenes, antes que se complete la maduración biológica del organismo de la mujer, representan un riesgo para su edad y también para la normalidad de sus hijos. El gobierno revolucionario por medio del MINSAP, creó una serie de Programas y entre ellos el de Atención Integral a la Mujer, que abarca puntos diversos y uno de los objetivos fundamentales fue la reducción de la mortalidad Materno Infantil, a medida que se fue logrando este objetivo principal, se fue haciendo necesario la disminución de la morbilidad a este binomio, la reducción de la natalidad y la introducción de anticonceptivos eficientes y otros medios de control. (65)

I.5 Métodos anticonceptivos.

A pesar de los progresos en la tecnología contraceptiva y de que se dispone cada vez de más medidas para el control de la natalidad, muchas adolescentes quedan embarazadas sin una planificación previa y sin haber usado nunca antes anticonceptivo alguno. En Estados Unidos, se reporta que solo aproximadamente 66% de las adolescentes sexualmente activas utilizan algún método anticonceptivo. (66) En Colombia, 70 de cada 1 000 adolescentes se convierten en madres cada año, mientras que el 12% de las adolescentes urbanas y el 16% de las rurales requerirían de servicios de anticoncepción, porque ya han tenido un hijo y siguen siendo adolescentes. (67) Asimismo, en España, se producen 18 000 embarazos anuales en adolescentes, 7 000 de las cuales deciden interrumpirse la gestación y 800 tienen entre 11 y 15 años. (68) Entre 1985 y 1990 la tasa de fecundidad de las adolescentes cubanas era de 8,5 hijos por 1 000 mujeres, con una proporción de nacimientos en este grupo de 23%. Esta cifra ha ido disminuyendo paulatinamente; no obstante, se mantienen cifras que se consideran todavía elevadas, con 16% de proporción de nacimientos en este grupo poblacional y constituye un motivo de preocupación por los riesgos y consecuencias que trae el mismo. (69)

Con el uso de métodos anticonceptivos ya no hay temor al embarazo y se produce entonces un aumento en las relaciones sexuales activas. Resulta importante destacar que rara vez los adolescentes sexualmente activos están bien informados de las opciones de anticonceptivos o de los riesgos de contraer enfermedades de transmisión sexual, que como también sabemos son prevenibles por medios anticonceptivos como el preservativo; y que a menudo dudan en acudir a los consultorios y posiblemente los desanime aún más la cercanía de los mismos, los horarios inadecuados que coinciden con clases, becas, etc.; así como otros factores que pudieran estar relacionados con un personal no bien entrenado que los recibe etcétera. (70, 71)

Las parejas de adolescentes necesitan asesoramiento especial para aprender a usar los diferentes métodos anticonceptivos, pues hay que tener en cuenta diferentes factores tales como aspectos biológicos, de personalidad, estabilidad de la pareja, medio familiar, promiscuidad, antecedentes de embarazos y/o partos, proyecto de vida, etc.

De lo anteriormente expuesto se infiere que el método anticonceptivo a seleccionar en esta etapa debe ser individual, teniendo en cuenta además, la aceptabilidad, eficacia y seguridad del mismo. Aunque no es lo ideal, se debe educar también al adolescente en la anticoncepción de emergencia.

A pesar de los riesgos y complicaciones que tienen cada uno de los diferentes métodos anticonceptivos, éstos son mucho menos importantes que los que implica el embarazo no deseado, lo que significa que debemos asumir el reto de la anticoncepción como un aspecto fundamental en estos pacientes en ambos sexos, donde la educación sexual sea el pilar fundamental de estos servicios. (72, 73)

Consideraciones sobre algunos métodos anticonceptivos y su uso por los adolescentes.

No existe un método anticonceptivo ideal para uso en la adolescencia, como tampoco existen razones médicas para negar el uso de algunos basándose solo en razones de edad. El mejor método será aquel que la adolescente y, en el mejor de los casos, ambos miembros de la pareja, escojan, una vez que hubiesen recibido una completa y detallada información, y hayan sido interrogados exhaustivamente sobre cuestiones inherentes a su sexualidad y derecho reproductivo, lo que facilitará, finalmente, que se produzca el acuerdo entre el proveedor de salud y la pareja. Deberán tomarse en consideración también a la hora de la selección del anticonceptivo, los hallazgos del examen físico general y de la esfera reproductiva, así como aspectos no médicos, pues estos no solo van a cumplir una función de prevención del embarazo, sino también la no menos importante de prevenir el contagio de una infección de transmisión sexual (ITS)

Clasificación de los métodos contraceptivos:

1. Métodos naturales.
2. Métodos artificiales:
2.1. De barrera.
2.2. Dispositivos intrauterinos.
2.3. Anticonceptivos orales.

Métodos naturales.

Se basan en identificar el período fértil del ciclo menstrual evitando relaciones sexuales durante dicho período. El periodo fértil va desde los 6 días previos a la ovulación hasta 24 horas después de la misma.

Dentro de este grupo se incluyen el método del ritmo, el del moco cervical, el de la temperatura basal y el coito interrupto.

Método Ogino o método del ritmo: se calcula el período fértil y se interrumpen las relaciones sexuales en esos días.

Método de la temperatura basal: se produce una elevación en la segunda fase debido a la progesterona.
Método de Billings o del moco cervical: consiste en observar las características del moco que en el período periovulatorio es filante y transparente.

Coito interrumpido: es un método poco seguro y tiene el inconveniente de la existencia de fuga espermática previa a la eyaculación, de la capacidad de fecundación de los espermatozoides que quedan en vulva. Como efectos secundarios puede producir congestión pélvica, dispareunia, insatisfacción sexual.

Aunque para algunas parejas de adolescentes pueden ser la única opción disponible, se considera, en general, que las adolescentes no son las idóneas para usar estos métodos, pues ellas, frecuentemente, carecen de información adecuada sobre el ciclo menstrual o padecen trastornos en este sentido, lo que condiciona una reducción importante de la eficacia anticonceptiva de los métodos naturales, y, además, estos no ofrecen protección contra las infecciones de transmisión sexual (ITS). (66, 69, 74, 75)

Métodos de barrera.

Son los ideales para los adolescentes, pues son accesibles, baratos, seguros y solo en muy raras ocasiones producen efectos indeseables (alergia al látex). Otras de sus ventajas son la eficacia inmediata y el control por el propio usuario, así como el hecho de que su uso se inicia y descontinúa con facilidad, además de que algunos protegen contra las infecciones de transmisión sexual (ITS). La eficacia anticonceptiva de los métodos de barrera es alta, cuando se usan sistemática y correctamente, y son los ideales para las relaciones sexuales casuales y esporádicas propias de los adolescentes. (76)

Los métodos de barrera incluyen el condón masculino y los métodos femeninos (condón femenino, capuchón cervical, diafragma y espermicidas). Estos pueden usarse solos o combinados entre ellos, o con otros métodos anticonceptivos que no sean de barrera, como por ejemplo, las píldoras. En general, el más utilizado es el condón masculino (de látex o de poliuretano, para los alérgicos al primero), cuyo uso se ha incrementado actualmente por el miedo a infectarse con el VIH. Debe explicársele a los usuarios que debe ponerse antes de cualquier contacto genital, desenrollarse sobre el pene en erección, retirarse antes de que el miembro se torne flácido y verificarse su integridad tras haber concluido su uso. Su tasa de fracaso en la población adolescente es de aproximadamente 14%, aunque con su uso correcto esta puede disminuir a 3%.

El diafragma, que puede ser un dispositivo eficaz cuando hay motivación, está “gozando” a nivel mundial, de popularidad creciente, en especial, en adolescentes mayores con educación avanzada. Cuando se combina con cremas o geles espermicidas (que contengan, por ejemplo, nonoxinol-9) su eficacia anticonceptiva aumenta. El diafragma ofrece también cierta protección contra algunas infecciones de transmisión sexual (ITS), aunque no contra el VIH.

El condón femenino es otra de las opciones disponibles de este grupo, si bien su uso es muy reducido todavía. Puede ser controlado por la propia paciente y ofrece protección contra las infecciones de transmisión sexual (ITS). (77, 78, 79)

Anticonceptivos orales.

Ocupan la segunda posición entre los métodos recomendados para ser utilizados por los adolescentes, y algunos autores consideran que si se guardan las precauciones adecuadas, puede ser el método anticonceptivo más idóneo para usar en esta etapa. Son muy seguros para las jóvenes y presentan varias ventajas: no interfieren con el acto sexual y pueden usarse sin la intervención de la pareja, son muy eficaces para prevenir el embarazo, cuando se usan sistemática y correctamente (tasa de embarazo inferior a 1%), producen escasos efectos secundarios y ofrecen beneficios no relacionados con la anticoncepción, como, la regulación de los ciclos menstruales, reducción del acné, disminución de la frecuencia de dismenorrea y quistes ováricos, así como protección contra el embarazo ectópico, la enfermedad fibroquística benigna de la mama, el cáncer de ovario y el endometrial, y la enfermedad pélvica inflamatoria (EPI). El bloqueo precoz del eje hipotálamo-hipofisario no tiene repercusiones negativas comprobadas en el organismo ni parece afectar el pico de masa ósea. Los anticonceptivos orales tampoco son responsables del aumento mantenido de peso, y el incremento del cáncer de mama detectado en mujeres que usaron preparados diferentes y de altas dosis de estrógeno en su adolescencia, no se ha demostrado con las formulaciones actuales.

Hay que tener en cuenta que el efecto anticonceptivo de la píldora desaparece con rapidez tan pronto como esta deja de tomarse y que no ofrece protección contra las infecciones de transmisión sexual (ITS), por lo que debe usarse en combinación con el condón masculino y femenino, si se pretende evitar el contagio de alguna enfermedad venérea. Su tasa de eficacia en adolescentes se ve mermada por la necesidad de la 84 en su uso, y se ha estimado que en Estados Unidos el 20% de las gestaciones no deseadas en jóvenes son debidas a la toma inadecuada de píldoras anticonceptivas. Se plantea que cuando son usadas por adolescentes hay una media de 3 píldoras olvidadas por ciclos, y que el 50% de las pacientes que iniciaron el método en un momento determinado, lo han abandonado a los 3 meses. (80, 81)

Existen 2 tipos de píldoras anticonceptivas orales: los anticonceptivos orales combinados (AOC), que tienen estrógeno y progestina, y las píldoras de solo progestina (PSP). (82) Los anticonceptivos orales combinados (AOC) son, con mucho, los que más se usan en el mundo, a la vez que constituyen el método anticonceptivo que con más frecuencia utilizan las adolescentes, en la gran mayoría de los países. (83) Se deben recomendar, de preferencia, los que contienen bajas dosis de estrógeno (entre 30 y 35 µg de etinilestradiol), y progestinas de tercera generación, que son menos androgénicas (norgestimato, desogestrel y gestodeno, y más recientemente, nomegestrol y dienogest).(84,85) Pueden usarse también los de muy baja dosis de etinilestradiol (20 µg o menos), aunque su administración se asocia con una elevada tasa de sangrado (hasta de un 30%), lo que propicia una alta tasa de abandono, además, la inhibición del eje gonadal que producen es menos intensa que la de los anticonceptivos orales combinados (AOC) clásicos, por lo que ante el olvido la recuperación de la fertilidad es más rápida, y estamos hablando de adolescentes, que con frecuencia olvidan tomarse de 1 a 3 píldoras en cada ciclo. (86) No es necesario limitar el tiempo de uso (“descansar”) de los anticonceptivos orales combinados (AOC), ya que hasta ahora no existen evidencias contundentes de que su utilización prolongada aumente el riesgo de sufrir un cáncer de mama. (80)

Los anticonceptivos orales de solo progestina también son una opción a tener en cuenta para su uso en la adolescencia. Se ha informado que su eficacia anticonceptiva es menor que la de los anticonceptivos orales combinados (AOC), y que son menos efectivos para corregir los trastornos menstruales que pueden ser frecuentes a esta edad, e incluso algunos autores refieren que pueden incrementarlos, dado que su acción anticonceptiva la realizan preferentemente a través de un efecto local (espesamiento del moco cervical). No obstante, y aunque parezca paradójico, el hecho de tener poca influencia sobre el eje gonadal, es uno de los argumentos que sustentan la recomendación de su uso a estas edades, ya que, por un lado, aunque esto disminuye su eficacia para corregir los trastornos menstruales, por otro, garantiza que no disminuyan el tenor de estrógenos endógenos, lo cual sería perjudicial para la salud ósea si ocurriese en la adolescencia y juventud temprana, que es cuando se alcanza el pico de masa ósea. (87)