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Factores asociados a la victimización por violencia escolar en adolescentes de educación secundaria

Índice Académico – 21 – 14.3%

Apariencia Física – 50 – 34,0%

Defender a alguien – 52 – 35,4%

Otros – 9 – 6,1%

TOTAL – 147 – 100,0%

Discusión

La muestra la conformaron 347 estudiantes con edades entre 12 y 17 años, donde se pudo percibir que 42% resultaron víctimas y 58%, no lo fueron. Asimismo, se observó un predominio de 53,4% de estudiantes victimizados en la U.E.N. Turén en relación con 68,8% de estudiantes no victimizados en la U.E.N. 27 de Junio, siendo estas diferencias, estadísticamente significativas (p= 0,00001). Esto pudiera ser explicado porque el área donde se ubica la U.E.N. Turén está dentro de una zona residencial, menos consolidada, que el área donde se ubica la U.E.N. 27 de Junio; con déficit de servicios y declarada como de mediana a alta peligrosidad, además hasta hace un año, no estaba cercada, encontrándose sus instalaciones expuestas; haciendo más vulnerables a su comunidad educativa.

Igualmente se pudo observar que dentro del grupo de jóvenes victimizados, 53,4%, pertenecen a la U.E.N. Turén, en el que, se evidenció que el mayor porcentaje, 50.3% de estudiantes lo han sido una vez; 21% dos veces, mientras que 17,8%, les ha ocurrido cuatro veces o más. Lo aquí encontrado tiene similitud a los resultados expuestos por Avilés (2005), quien señala que el la mayor proporción se encuentra en los estudiantes que han sido victimizados una sola, vez, seguido de los que sufren violencia sistemática.

 Por otra parte al estudiar la distribución de los estudiantes victimizados según el agresor, se observó que el mayor porcentaje (43,5%) de las agresiones viene dadas por compañeros de su misma clase, 28,5% por estudiantes provenientes de otros grados; 21,1% por varios compañeros; otro 6 por sus profesores, mientras 1,4% refieren que son agredidos por obreros de la institución, estos resultados se relacionan con los expuesto por Castro (2006) en Argentina, quien refiere que 22% manifestaron tenerle miedo a sus compañeros de clase. De modo similar la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (2007), demostró que 15.3% señalan que el agresor o los agresores fueron compañeros de clase, mientras que 10% manifiestan que fue un profesor, auxiliar u otra autoridad escolar. Al indagar acerca de la respuesta de la víctima ante el hecho violento, se observa que 59,2% de los estudiantes victimizados, reaccionan callándolo, 23,1% lesionando y atacando a sus victimarios y finalmente, 6,2%, evitan volver al liceo; resultados que concuerdan con Castro (ob.cit), quien describe que 57% de aquellos alumnos que han sido victimizados, optan por el silencio.

 Al hacer referencia al tipo de hecho violento se evidencia que las burlas representan el mayor porcentaje, 51%, tal como lo refiere el estudio realizado por la Secretaría de Educación conjuntamente con la Universidad Intercontinental en México (2008), en el cual señalan que que las formas más cotidianas de agresión son los insultos, las burlas, los apodos, entre otros; que si bien son acciones que, no conllevan a la violencia física, tienen efectos psicológicos relevantes.

Seguidamente se observa las amenazas con 11,6%, semejante a lo encontrado por la Unicef en Chile (2004); finalmente el acoso sexual, 4.7%, se produce con menos frecuencia, al igual que lo reportado por la (Defensoría del Pueblo en España 2007). La edad, es otro de los factores estudiados en esta investigación; en relación con la victimización, se observa que en el grupo mayores de 14 años, existe un porcentaje superior (52,6%) de jóvenes victimizados con relación a los menores de 14 años, quienes presentan un porcentaje de 39,4%.

Las diferencias encontradas son estadísticamente significativas (p= 0,03). Al analizar el PR, se espera 1,33 más casos de victimas en el grupo mayores de 14 años. Estos hallazgos tienen relación con lo referido por Estévez (2005), quien refiere que la edad, constituye la variable más importante en la predicción de la victimización por violencia, alegando que estas conductas son más frecuentes entre los 14 y los 16 años cuando cursan la educación secundaria. Igualmente Nájera (2004), señala que durante la adolescencia, el individuo es más vulnerable a diferentes acciones violentas. Otro de los factores relacionados con la victimización es el sexo, con relación a éste se pudo observar un predominio de victimas en el sexo femenino (45,8%), con respecto al sexo masculino (40,6%). No encontrándose diferencias estadísticamente significativas (p= 0,35); semejante a lo citado por Ortega (1994), quien encontró proporciones similares entre víctimas masculinas y femeninas.

 Al examinar las condiciones socioeconómicas y la victimización, se demostró que el grupo que pertenece a regulares condiciones presenta un mayor porcentaje (49,3%) de estudiantes victimizados, con relación al resto. Es importante resaltar que el estrato de jóvenes con buenas condiciones socioeconómicas presentó el menor porcentaje de victimas 39,5%. No obstante, las diferencias encontradas no son estadísticamente significativas (p=0,28). Los resultados aquí encontrados se aproximan, a lo expresado por Morillo (2008), quien señala que las situaciones de violencia escolar, están presentes en todas las instituciones, sin respetar ningún estrato social ni económico.

 Al investigar la posesión de arma y el hecho de ser víctima, se pudo observar que 95,0%, de estudiantes que poseen algún tipo arma ha sido victimizado, mientras que 60,9% de los que no la poseen, no han sido víctima. Las diferencias encontradas son estadísticamente significativas (p=0,00001). En análisis del PR, se puede decir que en los estudiantes que tienen armas, se esperan 2,43 veces más casos de víctimas. Igualmente se observa que 83,3% de los estudiantes que refieren portar armas, lo hace para defenderse, seguida de 11,1%, que la porta con la intención de mostrársela a sus compañeros. Reflejando lo que expresan algunos autores, quienes refieren que las armas son utilizadas como mecanismo de defensa, cuando la víctima ya ha llegado a una situación de extrema inseguridad en su espacio de estudio, en proporción con las agresiones sufridas y busca alguna forma de reacción contra su agresor, así como también el portarlas significa una actitud, de imposición de respeto, protección y defensa, más que la intención de perpetrar un crimen Tabuas (2008).

Al describirse la distribución de los estudiantes victimizados y el tipo de arma que portan en el momento de la agresión, se evidencia que 82% de las víctimas poseen armas de fuego, mientras que 9%, llevan armas blancas u objetos contusos. Estos hallazgos contrastan con lo expresado por Abramovay (2005), quien refiere que los alumnos, enfatizan la presencia de armas blancas en relación con las armas de fuego. Al relacionar el porte de armas, con las variables sexo, edad y si han sido víctimas, se observa que en el grupo de menores de 14 años, masculinos y que portan armas, presentan un porcentaje mayor de víctimas frente a aquellos que no la portan, las diferencias encontradas son estadísticamente significativa p (0,0001). De igual forma se esperan 3,0 más casos de personas victimizadas en los que portan arma del sexo masculino y menores o igual a 14 años de edad. Esto pudiese explicarse por lo expresado por Levine y col (1996), quienes refiere