relación dialéctica se manifiesta el deseo y el enfrentamiento (20).
En las relaciones conflictivas entre los seres humanos está presente el deseo en forma de objeto que no necesariamente es un objeto tangible, puede tener un carácter metafísico como el orgullo, la dignidad, el honor, el prestigio. El deseo humano es mimético según lo refiere Barahona (21), es decir, se imita el deseo de otro, el deseo de otro por un objeto. Ese deseo puede abocar a los interesados en el objeto a rivalizar por la posesión del objeto en competencia, que puede ser un objeto o persona.
Es bien sabido que el objeto que pertenece a otra persona es lo que es atractivo, es lo que activa el deseo del otro, que puede ser una persona o un grupo de personas. Pero es necesario que ese objeto tenga acceso la persona deseante o sea capaz de apropiárselo o arrebatárselo a quien lo ostente como de su propiedad. Los objetos de deseo, son internos para el sujeto, corresponden a representaciones psíquicas ancladas en el inconsciente que como ordenadoras del movimiento de su deseo forman parte de una intimidad que puede ser, incluso, ignorada por el sujeto (13).
Ciertamente es necesario que el que desea el objeto se sitúe en relación al modelo que tiene el objeto de su deseo, pudiendo, a veces, rivalizar y en otras oportunidades llegar a ser obstáculo del deseo del otro, en estos casos se interioriza el modelo porque se le atribuye invulnerabilidad, se le magnifica y se le considera como si ya fuese ganador, que es lo que ocurre con las clases oprimidas que le asignan invulnerabilidad y el poder al opresor como lo expresa Paulo Freire (22).
La violencia es un fenómeno ontológico de los humanos que ha originado la preocupación de los hombres por su origen y desarrollo a lo largo de la historia de la humanidad. En la Biblia se presenta en el Génesis: 3 el pecado original, el planteamiento de la falla del ser humano cuando cae en la tentación del maligno y come el fruto del árbol prohibido, por lo que es expulsado del paraíso por desobedecer a Dios (23). Luego al tener su descendencia viene con la imperfección de sus progenitores y cargando el pecado original .Caín encarnando la violencia, con su agresión irrefrenable, da muerte a su hermano Abel para así dar origen a la violencia humana.
Cuando se analiza ese versículo bíblico anteriormente expuesto puede surgir la duda si es que el hombre posee el defecto del mal intrínsecamente, es decir, es malo por naturaleza o no. Para aclararlo en el Siglo V, San Agustín (24) argumenta que el Creador hizo al hombre a su imagen y semejanza, por lo tanto Dios no es el responsable de la existencia del mal; pero el hombre hizo mal uso del libre albedrío y engendró hijos violentos y corruptos, desatando el proceso del mal.
En la imagen extraída de la Biblia se observa la dicotomía del mal y del bien, los dos polos como versiones antagonistas, la desobediencia del hombre a Dios que lo conlleva al pecado, y como el pecado genera la culpa en el hombre. Sin embargo, no se percibe que el hombre para desobedecer pasa por el proceso de la toma de decisión, proceso en el cual está implícito el ejercicio de la voluntad y del libre albedrío.
Para San Agustín, el hombre ha recibido de Dios el libre albedrío, así el hombre escoge libremente hacer el mal; entonces la maldad es fruto de la libertad. El verdadero y único mal es el mal moral, del cual el único responsable es el hombre por ser libre. Si no hubiese libre albedrío, entonces no hubiese pecado, nadie trasgrediría la ley divina ni habría maldad en el mundo. De manera que San Agustín afirma que la maldad (violencia) radica en la naturaleza humana, lastrada del pecado original (25).
El gran atributo del hombre es, pues, la libertad para elegir y para actuar. Su dignidad más alta y acabada será posible cuando opte, entre muchas, por la mejor de las alternativas. A lo cual agrega Vidart que, el filósofo Picolo de la Mirandola, en el discurso de De Homini Dignitate en 1486, resaltó la importancia y la trascendencia del libre albedrío para el hombre, usando su inventiva mitopoiética en el momento en que Dios se dirigió a Adán le dijo: “Sin la constricción de límite alguno, de acuerdo con tu propio libre albedrío, en cuyas manos te hemos puesto, oh Adán, ordenarás por ti mismo los límites de tu naturaleza. Tendrás el poder de degenerar en las formas más bajas de la vida, que son bestiales. Tendrás el poder, que surge del juicio de tu alma, de volver a nacer en las formas más altas, que son divinas” Esta ontología de la dignidad nos muestra al hombre como el supremo y único titular de derechos (26).
Se trata, en definitiva, del hombre convalidado por lo mejor de sí mismo, del hombre que reclama y ejercita el derecho a la escogencia del bien, del hombre que ostenta el poder de su puro albedrío, del hombre que, entre todos los seres, se distingue por el ejercicio de la libertad, un don que lo emancipa del mundo animal, prisionero de la rigidez del instinto, y lo orienta hacia lo sagrado.
Dentro de esta visión religiosa el hombre puede obedecer a Dios y estar bajo su gracia, o dejarse llevar por sus instintos bajos, que lo alejan de Dios, llegando a cometer pecado, con lo que así se vuelve merecedor del peor castigo divino que es ser enviado al infierno.
El ámbito religioso es un aspecto importante para el hombre el cual ha servido de inspiración para crear sus obras de arte, en este caso, el inframundo ha sido reflejado en la literatura a través de La Divina Comedia 27. En este poema se muestra a Dante cuando guiado por Virgilio, emprendió su viaje al infierno va pasando por nueve círculos sucesivos dispuestos en profundidad según la maldad condenada al eterno suplicio.
El Séptimo Círculo está reservado a los violentos cuyo guardián es un minotauro, hombre con cabeza de toro que representa la