porque es la base de la formación del hombre, pero también, situacional y presente pues es el contexto de interacción social cercano que regula y modula los comportamientos.
En resumidas cuentas, los cambios ocurridos en la familia, como la mayor preparación profesional de las mujeres que salen a laborar por satisfacción propia o independencia financiera, los bajos ingresos de los padres o el aumento del desempleo han hecho que las madres salgan a realizar actividades laborales fuera del hogar, el aumento de hogares mono parentales constituidos sólo por madres, la vida urbana que limita la presencia de los abuelos en muchas familias, la presencia de los hermanos en rol de padres y la permanencia de los hijos solos durante muchas horas del día, impactan de manera importante en las conductas violentas de los individuos (17).
Se tiene pues que, el precario control social por parte de la familia ha traído muchas consecuencias, pero una de las más inmediatas es colocar al niño y al joven en la calle como espectadores de primera fila de conductas no apropiadas como el uso de drogas y alcohol, el comienzo temprano de la vida sexual, los embarazos de los adolescentes y a ponerlos también a la disposición de los delincuentes.
Debe señalarse que la otra institución que reafirma lo aprendido en el hogar es la escuela. El funcionamiento escolar no es mantenido en el tiempo de escolaridad pues se logra incorporar una gran cantidad de niños al sistema escolar, especialmente en zonas urbanas, pero la prosecución escolar es baja, debido a la deserción escolar porque algunas veces no pueden continuar sufragando sus necesidades básicas o por la necesidad de contribuir con el mantenimiento de la familia, de manera que no siga siendo una carga económica en la familia o para proveer mayores recursos y así distribuir el dinero en forma eficiente entre sus hermanos menores (32).
Cabe considerar por otra parte que el Estado como institución rectora de la ciudadanía ha tenido fallas al no haberle colocado límites al presidente para expresar discursos cargados de odio, invitaciones al enfrentamiento por diferencias ideológicas, al poco control sobre el porte ilegal de armas, la desidia en la búsqueda de políticas de seguridad social efectivas que permitan al ciudadano común sentirse protegido. Se estima que en América Latina puede haber entre 45 y 89 millones de armas de fuego en manos de civiles.
Se plantea que la identidad humana violenta se adquiere por la trasmisión de conocimientos que conlleva a la reproducción de una conducta aprehendida que es facilitada por las instituciones humanas lo que genera que cada cultura tenga un tipo de violencia característica. En este sentido, se dice que la violencia es colectiva, puesto que todos formamos parte de ella ya sea enseñándola, repitiéndola o permitiéndola.
Es indudable que la ciudad se va transformando para adaptarse, reactivamente, a las condiciones de inseguridad. Importa que la ciudad dividida tienda a reforzar –con intención o sin ella- los mecanismos de separación y segregación entre los territorios ocupados por los distintos sectores sociales. Como ya se ha visto, en un primer momento, la clase media comenzó a cerrar las calles de sus vecindarios y a colocar vigilancia privada, pero luego los sectores pobres hicieron lo mismo con las veredas peatonales y, como no tenían recursos para pagar policías privados, comenzaron a asumir ellos mismos esos roles de vigilancia.
A partir de esa situación, se fueron modificando las fachadas de los inmuebles, sus contornos con rejas, alarmas, cercas electrificadas, adquisición de perros guardianes, los toques de queda voluntarios de los ciudadanos pues deben llegar temprano a sus hogares y permanecer encerrados en ellos, así como también, la adquisición o procura de armas de fuego.
Es notable que las calles y las plazas o espacios abiertos son cada vez menos usados para ser sustituidos por los centros comerciales, que en un principio fueron ideados para la clase media pero poco a poco se han convertido en el lugar favorito “y más seguro” para todos los sectores sociales.
Es conveniente anotar que con la violencia no sólo se pierde la ciudad, sino también la ciudadanía, es decir los derechos sociales que, como ilusión o realidad, ha representado la ciudad moderna. La violencia es una amenaza permanente a los derechos fundamentales, como es el derecho a la vida, pues si bien la ciudad era el lugar donde podía protegerse más la vida, ahora su entorno se ha convertido en una amenaza.
Todas esas acciones llevadas a cabo con el fin de tener un ámbito más seguro han traído como consecuencia que el derecho al libre tránsito se vea restringido por los cerramientos de las calles y el voluntario abandono que las personas hacen de muchas zonas, por temor a ser victimizadas y al establecerse horario de transito “menos inseguro”.
También es una realidad que la ciudad es el lugar de acuerdo y convivencia entre desiguales, no tenemos por qué aspirar a la igualdad, pero tampoco, tiene por qué existir la exclusión. La ciudad es el lugar para incluir a todos en la igualdad de los derechos ciudadanos, es la posibilidad de lograr una vida urbana digna y saludable, que no necesita de riquezas pero tampoco de penurias.
Por lo común, la ciudad es el lugar donde es posible generar los acuerdos que requiere el avance de la vida social y de los derechos sociales, es el lugar donde los desiguales pueden encontrarse, –amistosa o conflictivamente, y mutuamente avanzar en la construcción de un espacio urbano, pues ella es el lugar privilegiado de los derechos de los individuos y de la convivencia colectiva (14).
Ahora ya finalizando el acto de develar el fenómeno de la violencia, puede agregarse que cuando se hace referencia a los imperativos conductuales, ejemplo la agresión, como unidades con características y facultades