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Cumplimiento de los cuidados y principios bioéticos a pacientes con duelo perinatal

pacientes no versados en las ciencias de la salud, así como a los sujetos de las investigaciones es un imperativo del principio de Beneficencia y de abstenerse de la maleficencia. En relación con éste último estaría el principio de Reciprocidad, esto es, el reconocimiento del deber de cuidar de los demás como a uno le gustaría que le cuidaran a él. A menos que se instituya un principio de reciprocidad, no hay modo alguno de fundamentar la obligación de cuidar de los que están indefensos.

La beneficencia es un valor indispensable para el cuidado de la salud, como lo es para la ética en general. El deber de dar asistencia no implica solamente reconocer responsabilidades recíprocas entre unos y otros, sino que tiene que ver en particular, con el reconocimiento del deber de proteger a los indefensos, es decir, aceptar el papel de abogado de los derechos de quienes no pueden defenderse por sí mismos.

Asimismo, guarda relación con la obligación que tienen los profesionales de la salud de compartir sus conocimientos y su experiencia (pues «el conocimiento es poder»), o sea, dedicarlos a incrementar la autonomía, la formación y la capacidad de las personas, para que éstas asuman los deberes relativos a su vida y su salud, y poder ayudarlos a que ellos mismos se curen.

La Justicia: La justicia, es decir, la exigencia de equidad universal, mantiene una tensa relación con el respeto a la persona, pues puede ocurrir que el ejercicio de los derechos individuales deba ser limitado o circunscrito en interés del bien común. Por ejemplo, se debe conciliar la libertad de movimiento y el derecho a la intimidad con las medidas de salud pública que se adopten para combatir las epidemias. El principio de justicia en el cuidado de la salud se refiere ante todo a la máxima igualdad en la distribución de los recursos asistenciales y las oportunidades de recibir cuidados y tratamiento, de los riesgos y los beneficios, con objeto de asegurar que las personas ‑tanto individual como colectivamente‑ reciban un trato equitativo.

Para los individuos, la justicia significa principalmente ausencia de discriminación por motivos de sexo, religión, posición social, ideas políticas, juventud, vejez, minusvalía y perturbación mental, y asimismo igualdad de oportunidades en cuanto al acceso de los recursos, incluyendo la medicina preventiva, los tratamientos y los frutos de las investigaciones médicas. La justicia en cuanto a la igualdad de los resultados para los grupos atañe a las responsabilidades «políticas» de los profesionales de la salud en la inspección y la distribución de los recursos, así como las etapas de planificación, investigación y realización.

El duelo

El duelo, según Barreto, Yi y Soler (2008) “es el proceso psicológico que se produce a partir de la pérdida por la muerte de una persona querida. Es una experiencia humana universal, única y dolorosa”. (p.3). En este sentido, la experiencia emocional de enfrentarse a la pérdida de un ser querido conduce a la necesidad de adaptación a una nueva situación.

Así mismo, American Psychiatric Association (2001), define al duelo como “una entidad susceptible de recibir atención clínica que podría ocasionar síntomas similares a la depresión mayor, al estrés postraumático, tristeza, insomnio y anorexia, siendo la evolución crónica e implicando grandes dosis de padecimiento y considerables gastos sanitarios”. (p.4). Por lo tanto, el proceso psicológico ante una pérdida importante en la vida se conoce como duelo y se refiere, de forma más específica, al dolor emocional que se experimenta tras la desaparición de algo o alguien significativo en nuestras vidas

No obstante, el duelo tiene su propio conjunto de elementos, destacando los síntomas psicológicos y afectivos, que pueden confundirse o solaparse con una depresión mayor, aunque ambos cuadros se distinguen por criterios sintomáticos y de duración del episodio. Por lo tanto, existen ciertos síntomas depresivos no se observan en el duelo, como la culpa por cosas diferentes que las acciones realizadas o no por el superviviente en el momento de morir la persona querida, los pensamientos de muerte más que voluntad de vivir, el sentimiento de inutilidad, el enlentecimiento psicomotor prolongado o las experiencias alucinatorias distintas a escuchar la voz o ver la imagen fugaz de la persona fallecida.

A continuación se presenta la siguiente tabla que expone las distintas manifestaciones del duelo:

Tabla Nº 1

Físicas

Vacío en el estómago, opresión en pecho y garganta, ahogo, palpitaciones, suspiros, alteraciones, sueño, pesadillas, energía, desgana sexual, apetito escaso o ansioso, pérdida ponderal, boca seca, indigestión, cefaleas, sensibilidad al ruido, quejas somáticas

Emocionales

Insensibilidad, aturdimiento, tristeza, culpa, reproche, rabia, desesperación, hostilidad, irritabilidad, soledad, vacío, desamparo, añoranza, alivio.

Conductuales

Funcionamiento automático, mente ausente, aislamiento social, crisis de llanto, conductas de búsqueda o evitación, objetos de apego, consumo tóxicos, hiperactividad, momificación.

Psicológicas

Incredulidad, negación, rumiaciones sobre fallecido, confusión, irrealidad, ideas suicidio/sustitución, sensación de presencia, idealización/envilecimiento, alucinaciones e ilusiones, falta concentración/memoria.

Espirituales

Búsqueda de sentido, conciencia propia mortalidad, replanteamiento de creencias.

El duelo perinatal

López (2011) explica el duelo perinatal de la siguiente manera: “Cuando se produce una pérdida durante el embarazo, la vida y la muerte caminan juntas. Es una paradoja para la que nadie está preparado y por eso es tan delicado saber qué decir o hacer.”. Por lo tanto, los padres no están preparados para la pérdida de un ser querido, por lo que los familiares y amigos evitan hablar del tema por temor a causar más dolor que beneficio. Mientras, los padres viven su experiencia en soledad. (p.s/n).

Por otra parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2006) define el período perinatal “como aquel que se extiende desde las 22 semanas de gestación (154 días) hasta una semana de vida independiente”. (p. s/n). Asimismo, Kowalski (1987) lo prolonga desde la concepción hasta el final del primer año de