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Anatomía funcional de la columna vertebral

esqueleto, éste es un verdadero reservorio de calcio y fósforo que en forma de fosfato (85 %) y de carbonato (12 %) van a depositarse en forma ordenada en la matriz proteica (núcleo de fosfato cálcico sobre el que se deposita por adsorción carbonato cálcico, fosfato ácido de calcio e hidróxido de calcio). La fosfatasa alcalina presente en el cartílago fértil y en el periostio es una enzima que deja en libertad fósforo inorgánico y esto es esencial para la calcificación y osificación.

El 60 % del magnesio del organismo se encuentra en el esqueleto en equilibrio con el magnesio muscular (se comporta como un antagonista del calcio en la transmisión neuromuscular) y su papel es de inhibidor local de la calcificación (es adsorbido por los cristales óseos y limita la aposición de sales cálcicas en ellos).

El 30 % del sodio del organismo se halla en el sistema óseo. El potasio y el flúor están contenidos en pequeña cantidad.

El metabolismo mineral vinculado a las funciones óseas está estrechamente regulado por las vitaminas C (elaboración de la matriz osteoide, producción de ácido hialurónico y función osteoblástica), D (absorción y fijación del calcio en el hueso) y A (morfogénesis normal de los osteoblastos, osteoclastos y células cartilaginosas; las hormonas gluco y mineralocorticoides (metabolismo calcio – fósforo y proteico), gonadales (estrógenos = metabolismo óseo y deposición del calcio en los huesos; andrógenos = anabolismo proteico, maduración, crecimiento y calcificación de los huesos); paratiroides (mantiene el nivel calcémico); tiroidea (maduración de los condrocitos; crecimiento longitudinal de los huesos largos); hipofisaria (somatotrofina = estimula los condro y osteoblastos) y por una serie de correlaciones fisiológicas.

En resumen, el esqueleto en su conjunto constituye un importante órgano metabólico; el hueso, no es un tejido inerte sino activo y en constante renovación.

La maduración y el mantenimiento de los caracteres del hueso es consecuencia del continuo crecimiento de los cristales, la remodelación haversiana y los procesos bioquímicos que aseguran un hueso metabólicamente activo.

El hueso se renueva morfológicamente por la continua función osteoblástica que sigue aponiendo laminillas óseas periósticas y la osificación modelante osteoclástica o de reabsorción ósea que evita la formación de huesos engrosados. De este modo, los huesos mantienen estable su aspecto morfológico característico de cada uno con líneas y contornos regulares y continuos.

El periostio es formador y modelante del hueso; a nivel de las metáfisis reabsorbe hueso para evitar la formación de epífisis monstruosas.

El estímulo fundamental de la función osteoblástica está dado por la serie de tracciones y presiones que recibe el hueso por parte de los músculos esqueléticos y tendones y la influencia trófica del sistema nervioso.

La nutrición del hueso compacto se realiza por medio de vasos sanguíneos periósticos perforantes. La médula ósea y las metáfisis lo hacen por las arterias nutricias; las metáfisis se nutren además por las arterias nutricias metafisiarias de las que derivan arterias nutricias recurrentes para la epífisis. Las epífisis tienen vasos nutricios menos abundantes que las metáfisis y la diáfisis, por ello, son más vulnerables.

Los canalículos óseos, revestidos interiormente por polisacáridos, permiten los fenómenos de difusión entre los capilares y las células óseas (son el resultado de la calcificación de la sustancia intercelular alrededor de las prolongaciones citoplasmáticas de los osteoblastos en el momento del desarrollo). El hueso recibe inervación somática y vegetativa.

La textura del hueso compacto está dada por los sistemas de Havers y por una serie de laminillas concéntricas situadas en la parte externa (subperióstica) como en la parte central (endostal).

Los huesos se forman por osificación directa (condensación, diferenciación y calcificación del tejido mesenquimal independiente de la formación cartilaginosa) como es el caso de los huesos de la bóveda craneal, faciales, clavícula y sesamoideos y por osificación indirecta por transformación y sustitución del cartílago (osificación encondral) o por derivación del pericondrio (osificación pericondral o perióstica).

La osificación pericondral o perióstica es típica de la diáfisis de los huesos largos (osificación en el centro de la diáfisis que luego se extiende en longitud y profundidad formándose un manguito óseo; el crecimiento periostal produce nuevas láminas óseas que apuestas concéntricamente hacen aumentar el espesor del hueso).

La osificación encondral es típica de las epífisis (núcleos epifisarios) y de las metáfisis (cartílagos de conjunción) con proliferación de células cartilaginosas, aumento de la fosfatasa alcalina que conduce a la calcificación del cartílago primitivo que luego se reabsorbe por los condroclastos; los osteoblastos forman hueso que sustituye al molde cartilaginoso. En las metáfisis, la osificación perdura hasta el final del crecimiento; su proliferación determina el crecimiento de los huesos en longitud.

El hueso se modela, se retoca y sufre un proceso de osteólisis – osteogénesis continua toda la vida. Esta actividad modelante permite al hueso crecer pero manteniendo la proporción relativa entre sus partes (vgr. la relación entre la cavidad medular y el diámetro del hueso permanece casi constante en el niño y en el adulto). El periostio reabsorbe hueso a nivel de las metáfisis y forma hueso en las diáfisis; el hueso compacto es destruido – reconstruido por acción o a expensas de la médula ósea.

Las articulaciones constituyen sistemas mecánicos que poseen fricción, desgaste, lubricación, transmiten peso y al mismo tiempo permiten una notable variedad de movimientos del aparato locomotor.

Las superficies