secundarios graves, como es el caso, por ejemplo, de que los hijos ven a sus hermanos mayores o padres consumir drogas y no son conscientes de los peligros que eso entraña. Éstos pueden creer erróneamente que el consumo de drogas es un comportamiento normal o aceptado. Con frecuencia los padres no pueden soportar el hecho de que sus hijos tomen drogas, y muchas veces se sienten culpables porque atribuyen este hecho a errores en el proceso de crianza. Se sienten avergonzados, no aceptan fácilmente la situación y esto, por supuesto, les imposibilita aceptar que su hijo tiene un problema de drogas, se sienten confundidos y no saben cómo afrontar el problema.
Después de la familia viene la escuela como entidad socializadora de una persona. La mayoría de los consumidores de drogas empiezan a consumir a una edad cada vez más temprana, en la adolescencia o incluso en la edad adulta por diferentes razones y circunstancias que rodean el fenómeno. Tal es el caso de la edad muy temprana (8 a 10 años): se produce un desequilibrio que irrumpe el proceso de crecimiento y desarrollo de la persona, comprometiendo su proceso evolutivo de madurez fisiológico del organismo en relación con su medio ambiente social, que potencia los peligros que acompañan al usuario cuando es adulto. El tiempo perdido y el daño causado pueden ser irreversibles.
Tomando en consideración que las escuelas por mandato legal deben ocuparse del pleno desarrollo de los niños, incluso de su bienestar moral e intelectual, también deben preocuparse del consumo de drogas tanto dentro como fuera de la escuela. Se sabe que la droga llegó a las escuelas como cualquier producto de alto consumo; son muchos los estudiantes que las consumen dando credibilidad al mito perpetuado por los consumidores de drogas de “que todo el mundo lo hace”. A este respecto no puede subestimarse la influencia que tiene la presión de sus pares. Por otra parte, y esto es especialmente importante, el uso de drogas afecta el proceso de enseñanza–aprendizaje. Si un estudiante consume drogas, puede llegar a tener problemas para aprender un conocimiento nuevo o una experiencia práctica, y en consecuencia su rendimiento académico suele no ser satisfactorio.
Las investigaciones realizadas en algunos países han demostrado que los estudiantes que consumen marihuana regularmente tienen el doble de probabilidades de sacar notas inferiores a la media o de no graduarse; entre los muchachos que abandonan la escuela hay el doble de usuarios frecuentes de drogas. La situación está clara: cuando un estudiante usa drogas, lo más probable es que su capacidad de aprender se deteriore. (Programa de las Naciones Unidas para la Fiscalización Internacional de Drogas 1991-2000, p. 45)
Esta referencia lleva a la reflexión de considerar seriamente el concepto de aprendizaje. “Todas y cada una de las escuelas de pensamiento ha contenido, implícita o explícitamente, una teoría de aprendizaje. A su vez, una teoría de aprendizaje siempre ha llevado implícito un conjunto de prácticas escolares” (Morris, 1994 p. 19).
Hoy día la ciencia nos revela nuevos avances científicos que están muy cerca de los efectos nocivos del uso de la marihuana, la cocaína, entre otras sustancias estupefacientes. En el caso de la marihuana los investigadores han encontrado que el THC (delta-9-tetrahydrocanabinol) principal ingrediente activo, cambia la manera cómo la información sensora llega y es procesada por el hipocampo. El hipocampo es un componente del sistema límbico del cerebro que es crucial para la memoria del aprendizaje y la integración de experiencias sensoriales con emociones y motivaciones. Las investigaciones han demostrado que las neuronas del sistema de procesamiento de información del hipocampo y la actividad en las fibras nerviosas, son reprimidas por el THC. También los investigadores han encontrado un deterioro de los patrones de conducta aprendidos, también dependientes del hipocampo. Recientes investigaciones indican que el uso prolongado de la marihuana produce cambios en el cerebro similares a los vistos después del largo uso de otras drogas que son frecuentemente usadas (ibídem p. 48).
Éstos son sólo los efectos a nivel del cerebro. Existen evidencias científicas acerca de los efectos en el aprendizaje y la conducta social. Otro aspecto a considerar en el consumo de drogas: al respecto es valioso indicar el hecho de que todos los estupefacientes son peligrosos y tienen graves consecuencias físicas y psicológicas. De allí que cuando se consumen diferentes tipos de drogas combinadas entre sí con otras sustancias como el alcohol o inmediatamente después de la ingestión de otro estupefaciente, las consecuencias son mucho más peligrosas. La dependencia suele presentarse en un período breve y es difícil predecir cuál será su efecto es esa persona.
Existen otras drogas pensadas para su uso indebido, son las llamadas “drogas de diseño”. Se trata de productos creados en laboratorios mediante la alteración de las estructuras químicas de las sustancias de origen sometidas a fiscalización, de manera que se obtiene compuestos cuyas propiedades son similares a las sustancias de origen.
El indicador más utilizado a nivel mundial para valorar consumo, es en tasa de prevalencia anual; la ONUDD lo adoptó como indicador clave de magnitud del consumo de drogas. Esta tasa suele aplicarse en población joven y adulta; sin embargo, las definiciones de los grupos de edad varía de un país a otro, con distribuciones asimétricas, es decir, los jóvenes y los adultos jóvenes tienden a presentar tasas más elevadas que los adultos mayores.
Las drogas también pueden ser fuente de desorganización, violación de normas en cualquier contexto; pueden dar lugar a comportamientos que van contra la moral y las buenas costumbres. También pueden aumentar la presión sobre otros que tienen el buen sentido y el valor de resistirse a las drogas. Además, el uso de drogas por parte conlleva a las actividades ilícitas conectadas con las mismas: robo, prostitución y venta de drogas a otros.
El abuso de drogas es un problema común, amenaza a todos, cualquiera sean sus antecedentes socioeconómicos, su región geográfica, su nivel educativo y su identidad étnica y racial. Nadie está inmune. Todas las familias son vulnerables.
Sin embargo, los efectos del uso de drogas con frecuencia se sienten en forma desproporcionada. Los vecindarios donde florecen los mercados de drogas ilegales, están plagados por los delitos y la violencia consiguiente. Además, muchas personas que no tienen acceso a una atención global de salud y que tienen ingresos menores, pueden estar menos capacitadas para hacer frente a un tratamiento que permita superar la drogadicción. Como país, tenemos que imponernos el compromiso colectivo de reducir la demanda.
Por otra parte, es difícil contabilizar los usuarios crónicos; los cálculos del volumen de población que utiliza